25 de julio de 2024

A JUBRIQUE, CON AMOR (Tras el incendio forestal sept. 2021)

A JUBRIQUE, CON AMOR
Anoche soñé que volvía a recorrer el camino que me llevaba a ti. 
Se hacía interminable la carretera contemplando lo que el fuego llegó a calcinar. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas y el corazón lo tenía encogido. 
Anoche soñé que conforme avanzaba, veía las casas blancas de donde salían personas muy cariñosas y amables, que me acogían y me daban la bienvenida, sonriendo, siempre sonriendo. 
Al despertar, mi primer pensamiento fue que tenía que volver, volver y llegar a ti como en mi sueño. 
Te pediré, entonces, que me dejes perderme por el laberinto de tus calles, y embriagarme con el olor de tus flores. 
Sé que esas personas con las que soñé, son las que cuidan con esmero que el pueblo sea uno de los más bonitos y coloridos, con esas calles estrechas y empinadas, de fachadas blancas como la nieve y engalanadas con macetas de “lunares” que le dan la alegría que sus gentes tienen, y que en primavera se ven repletas de flores como las rosas, los claveles, los geranios, hortensias, margaritas, y hasta árboles frutales. 

Disfrutar de la belleza y del color y los verdes, es otro de vuestros atractivos. 
Quizá soñara también que en tu pueblo existía un oasis de las mariposas y que es vuestra mascota. La riqueza de vuestro entorno natural nos ofrece la maravillosa experiencia de verlas volar y admirar sus colores y formas; me podría quedar horas enteras viendo cómo bailan a mi alrededor. Déjame que siga soñando, y dime si puedo visitarlo.  
Déjame también adentrarme por tus caminos sin perder la mirada a ambos lados y que me seduzcan los verdes y ocres de tus árboles; asomarme al Mirador del Peñón Encantado, y contemplar la majestuosidad de tus alcornoques, admirar los troncos robustos de tus quejigos, y dejarme seducir por el familiar olor a pino. 
Y cómo no, déjame también que me emocione con los cambios de colores de tu paisaje, con esos centenarios castaños que durante el otoño dejan caer sus hojas, para formar un manto hermoso de distintas tonalidades de verdes, marrones y dorados, que brillan cuando el sol los baña con sus rayos. Hasta pronunciarlo es bello y melódico, EL BOSQUE DE COBRE. 
Déjame pasear junto al río, aunque tenga que llorar junto al charco, vuestro Charco Azul que ahora es casi negro, gris cenizo; que la mano de un ser sin alma destruyó su entorno, para desesperación de tus habitantes y de quienes gozamos de tan magnífico espectáculo. Sé que con vuestra unión y con ayuda, renacerá, y se volverá a convertir en ese lugar idílico. 

En mi sueño, también olía a aguardiente, ¿puede ser?. Dime, ¿qué fue del aquel famoso aguardiente que en el siglo XVIII se vendía por toda Andalucía y fuera de ella? Cántame la coplilla, aquella que decía: 
 
«Los que gusten de catar 
 Los zumos del alambique
 Mejores no los tendrán
 Que en los pagos de Jubrique».
 
No quiero dejar el pueblo en mi visita, sin parar en uno de tus bares, y comer ese gazpacho caliente y potaje de hinojos que las gentes del lugar preparan con tanto esmero, como antiguamente; comida de lo que daba el campo, la más rica y saludable. 
Gazpacho Caliente-Fuente: Ana Abellán-blog ME SABE A MÁLAGA

Tu origen, Jubrique, tiene mucho que ver en cómo sois la gente de por aquí, desprendida y solidaria, una gran familia que se arropa y se cuida, que trabaja junta cuando más lo necesita, y que remonta con la energía y la fuerza que da la Madre Tierra. 
Aunque tus ojos lloren, Jubrique, aguanta y espera,  que la naturaleza es sabia, y como las aguas de tus fuentes y manantiales fluyen, así fluirá la esperanza de la recuperación. 
 
Anoche soñé que volvía a ti. 
Y yo, que creo en mis sueños, volveré.

4 de junio de 2024

NEGRO

 


NEGRO

¿Es la casualidad? Negro identifica mi estado general en estos momentos.

Podría haber elegido un color, como el verde, uno de mis favoritos. Verde manzana, verde esperanza, verde pino, verde selva. Verde que te quiero verde. Verdes campos que visito.

Podría haber elegido el rosa, rosa chicle, rosa claro como el vestido que lucí el día del entierro de mi hermana, cuando muchas de las personas me criticaron por no vestir de negro. ¡El luto se lleva en el corazón! Yo tenía veinte años, y una pena tan grande, que me daba igual un rosa, amarillo o blanco.

No amarillo limón, ni amarillo luminoso, el sol que nos acompaña cada día. No elegí el amarillo chillón, ni el amarillo pálido, podría, pero no.

No blancos inmaculados, ni azules cielo;-ni rojo fuerte, rojo pasión, rojo carmín, el rojo de tus labios, la sangre del toro derramada sobre el albero, muerte, dolor; no quiero no quiero muertes sin sentido, no quiero sangre derramada para regocijo de quienes lo rodean aplaudiendo.

He decidido echarlo a suerte y es el negro el que al mover la rueda, aparece; negro, oscuridad. Negro depresión. “Negro como mi corazón” - así decía mi madre. MI madre. Mi motor. Mi origen y mi todo.

Hoy el negro me acompaña, me oprime. Quizá más gris que negro. Negro negro es mucho negro. 

Pero el negro es el que ha salido. Lo siento y así me siento.

13 de diciembre de 2021

ATARDECER JUNTO A TÍ

Cae la tarde y suspiras, contemplando cómo se detiene el tiempo mientras me miras. 
 
El sol se despide regalando su luz a las nubes, que brillan y se contonean orgullosas ante nuestros ojos. Saben que mientras se despide este día entre montañas, tú y yo las estamos observando y jugamos con ellas.
 
Allá un ciervo saltando, más a tu izquierda un trineo, y sobre esa montaña, un elefante. 
 
 
Cielo y tierra se unen.
La luz de la despedida nos abraza. 

9 de septiembre de 2021

ESTO ES VIVIR

Poco antes de las 8 de la mañana, el sol me da los buenos días en un entorno privilegiado. No dudo ni un instante en desperazarme y salir a su encuentro.
Frente al hotel, la montaña y bajo el sol, a pocos kilómetros de aquí, pero cerca de mi vista, el bello pueblo de Genalguacil. 
Salgo cuando solo se escuchan los pajaritos despertando, con sus tibios gorgoritos. No puedo dejar de escucharlos.
Cojo el camino más cercano, y me acompañan los sonidos propios de la naturaleza a estas horas tan tempranas: un gallo aquí, el perro que le ladra, el rebuzne de un asno, otro gallo allí , y los pajaritos, "pi.. Pi... Pi.. Pi..". 
 Me adentro en el camino y no dejo de admirar los árboles . ¿Os dije alguna vez que me cautivan? Creo que son MONUMENTOS naturales imprescindibles para nuestra vida.
Es a esta  hora cuando aún se percibe el sonido del aire  que roza las ramas de los árboles, y que escucho cantar a mi paso, y que yo acompaño con el crujir de las hojas secas que encuentro bajo mis pies.
Hoy el sol augura un maravilloso día y conectar con la naturaleza es el mejor comienzo.
Me pondría algo sobre mis hombros, pero me gusta sentirlos frescos después de tantos días de calor y humedad.

Como dice este lugareño que encuentro con su saco al hombro, portando ramas cargadas de erizos de castañas para enseñar a sus nieto :
-  "Zeñora, esto es vida. Ze respira y se llenan los pulmones..".
Tiene usted toda la razón del mundo ¡Esto es vida!
 

6 de septiembre de 2021

SENSACIONES TRAS EL CONCIERTO ÍNTIMO

Cierro las ventanas que han permanecido abiertas durante toda la tarde, para airear y refrescar la sala .

Comienza a llegar la gente que va eligiendo los primeros sitios, mientras la cantante ensaya las voces, prueba micrófonis y prepara su puesta en escena. Procuro tener todo organizado, la sala limpia y los aparatos funcionando.

El recital poético musical da comienzo con unos poemas cantados.

Voz y música que llenan la sala y abrazan a quienes escuchan en silencio, unas veces, y otras, acompañan con las palmas y toques en el suelo con los pies, al son de los acordes más festivos de la guitarra.

Hora y media de poemas cantados, entre medias otros poemas recitados, por mujeres esta vez.

Voces femeninas que al igual que la música, llenan la sala de palabras y ritmos.

Me sorprenden que todas tienen algo en común, hay cadencias, hay tiempos y puntos en su declamación similares. Hay quizá una doctrina, una enseñanza.

Esto puede que suene que es artificial, pero no al oído. Suena bonito y elegante, es agradable.

Hora y media que el mundo se ha detenido y fuera no hay nada. 

Aplausos, canciones compartidas y gozadas.

Da igual el poeta que creó los poemas que hoy se escuchan, la desnudez de los mismos expuestos al público invaden, sin vergüenza y sin pudor.

Concluye y apago las luces. Compruebo que todo quede en orden.

El viaje de vuelta a casa lo hago en autobús.

Dejo pasar a una madre con dos niñas pequeñas, rubias con trenzas, son muy bonitas. Me fijo en ellas, en cómo se comunican, en cómo sonríen. Yo lo hago también.

También dedico mi atención a dos mujeres que se apresuran a coger sus asientos antes de que llegue alguien más avispado y rápido. De nuevo sonrío ante tal apresuración.

Afuera está oscuro. La oscuridad de la tarde noche, casi al final del mes de agosto, recién concluida la feria.

Se nota porque hay mucha menos gente, y aunque transmita aquí la vida que bulle, es más silenciosa.

Quedan algunos ruidos de cenas en el McDonald, chiquillería que alza la voz, parejas que pasean helado en mano, y hasta maletas que se arrastran y regresan.

De abanicos meciendo sus alas en la sala, al aire acondicionado muy fuerte en el bus, así estamos, no hay puntomedio.

El conductor lleva puesta una música que persigue mis pensamientos y no deja concentrarme.

 ♫♫Al compás del chachachá, el chachachá del tren, qué gusto da viajar... ♫♫

Regreso a mis pensamientos, y recuerdo, que en la sala, esta tarde, se hizo la burbuja, la que envuelve y olvida la vida, aquella que crea una vida distinta y paralela. La real o ficticia de unos poemas, que de un alma salen al exterior a hincarse en otras almas.

La burbuja que se ha roto de camino a casa en el bus, y que me devuelve a la vida, que me lleva a casa, Esa burbuja en que tuve la sensación que esta hora y media no era real.

Durante ese tiempo da igual el poeta o sus poemas. Ahí las palabras han estado bailando de un lado a atro: amor, sangre, muerte, libertad, mentiras y risas...

Te dejo, me dejas; te olvido o me buscas... 

14 de julio de 2020

EL PEZ FELIZ

Un rato hace ya que el pez, feliz, aparece saltando, brincando por entre las aguas.
Su lomo plateado delata la fuerza y viveza del mar que lo alimenta, lo ve crecer y lo cuida.
A sabiendas de que muchas miradas lo persiguen, se siente orgulloso  de ser el centro de sus miradas, y más se hace ver, dejando que la luz del sol muestre su lomo brillante. 
Se quieren, el sol, la luz, el agua y el pez. 
En un mismo mar convive con bañistas, ávidos de baños de sal, de arena y de sol; de juegos y sueños, historias de principios y finales, de amores y de amistades.
La tarde de baños y risas da paso a las noches de paseos, confidencias y espetos.
Las lumbres sobre las barcas que acogen el noble oficio del espetero iluminan la noche. La luna se asoma. Huele a pescado a fuego y a salitre.
Nuestro orgulloso pez se aleja mar adentro, surcando las aguas...

7 de julio de 2020

UN PASEO POR EL RÍO

Y llega la tarde. 
Y paseando por el río , junto al charco del Pontoco, en Gaucín, hacemos una parada en un recodo de su margen. 

A la sombra. Bajo los juncos.

Oimos el zumbar del aire cuando pasa entre las ramas, y se escuchan las hojas de los árboles que bailan y se mecen.
Pero impera en general, la calma, el silencio. 
Hasta las ranas se han callado.

El agua sigue su curso, suavemente y salta cuando tropieza con una enorme piedra, orgullosa de formar una pequeña catarata, minúscula, ridícula catarata. Pero se jacta ante mí, que la admiro embelesada. Sabe de su poder hechizante, a pesar de su humilde proeza. 
Entro al agua, y los pececitos corretean entre mis pies.
Me quedo quieta un instante y dejo que me huelan, y que se metan entre mis dedos y me hagan cosquillas. 
Con cuidado los aparto, dejo que sigan su camino. No quiero interferir demasiado en su hábitat.

Inspiro, espiro. Silencio.
Inspiro, espiro. Calma.
El sol luce y brilla el agua mientras sigue sonando esa música que enamora.
Inspiro y espiro. Silencio.
Ahora sí, croa la rana.

13 de noviembre de 2019

CUÉNTAME MAMÁ

Cuéntame otra vez, mamá, cuéntame cuando yo nací.
¿De qué color eran las flores que brotaban en tu balcón, y que prendías enlos rizos de tus cabellos?
Cuéntame otra vez, mamá, la primera vez que me cogiste entre tus brazos, lo que sentiste.
Y cuando me acunabas y me cantabas:
🎵🎵arrorró mi niña, arrorró mi sol... arrorró pedaaaazo, de mi corazón!🎵🎵
¿Es verdad que me calmaba?
Es el mejor lugar del mundo, sin duda. Donde más segura me encontraba.
Cuéntame cómo tenía el cabello cuando yo nací, mamá. Siempre me ha gustado que me dijeras que lo tenía acaracolado, y rojizo, como las mazorcas. Y que mi cara era redondita y muy bonita.
Y que cuando lloraba y lloraba por mi enfermedad, tú me apretabas con todo tu amor y sabías Que contigo no me pasaría nada. Como así fue, y así me recordaste durante muchos años, gracias a tu tesón, a tu fuerza, hoy puedo mirarte a los ojos y cogerte de las manos.
¿Qué estrellas brillaban cuando yo nací?
Cuéntame, mamá, Cuéntame otra vez.

11 de febrero de 2019

UN AMOR DE PELÍCULA

Demasiado pronto para contar historias, aunque la vida siempre es historia, sea mañana o bien entrada la noche; llueva o luzca el sol.

Allá por el mes de agosto de hace poco más de un año, sucedió tal cual os cuento.

Esa mañana, bien temprano, bajamos Duque y yo a la calle, y ya se avecina un día de calor  agobiante, por lo que se agradece la hora del paseo.

Este caniche blanco y ensortijado, me mira sorprendido; creo que se ha percatado del madrugón, aunque no parece importarle demasiado por cómo mueve el rabo.

La luna, la misma luna de la otra noche, está a mi derecha, sobre el bloque de viviendas en el que viví hace años y donde conocí al que más tarde sería mi marido.

Y me asaltan los recuerdos de aquella trágica noche del 23 de agosto de hace ya...

Esta misma luna podía haberla salvado, o ¿quizá fue ella quien se la llevó?

No sé qué luna brillaba, pero sí que marchó con las estrellas, y dejó un gran vacío en nuestras vidas y una pena muy grande.

Aparto este pensamiento y miro a la luna: esta noche ni me sonríe ni se burla de mí. Hoy duerme.

No me gusta saber más allá de la curiosidad sana, pero una pareja que camina lentamente, llama mi atención. Yo pensaba que a estas  horas toda la gente dormiría.

Caminan con dificultad. Ella, más bajita que él, casi arrastra los pies. Él, con pantalón corto, sin camisa y con chanclas, le habla. Ella responde, y en el silencio de esa madrugada, se escucha con nitidez que tampoco habla con claridad.

No me gusta saber de la vida de las demás personas, no me interesa salvo que precisen de mí; pero esta pareja sí lo hace durante minutos. Me pregunto qué harán que no duermen. ¿Pasarán calor? Van muy juntos el uno a la otra; él rodea su cuerpo por los hombros y se le intuye un brazo fuerte, que la sujeta y casi le ayuda a desplazarse.

Entran en el bloque de viviendas y desaparecen, mientras se les ve andar, como desde el principio, torpemente.

Desaparecen de mi vista y me sorprendo a mí misma observándoles, preguntándome si volvían de la feria con unas cuantas copas de más, o un accidente o enfermedad minaba el cuerpo y el habla de ella.

Sea lo que fuera, ese brazo moreno que rodea su cuerpo, esas palabras que él le dirige, con calma, con respeto y paciencia, con cariño; esa unión de dos personas que pasean al despuntar el día, me emociona. Me emociona, que a pesar de la fragilidad de ella, de un momento quizá malo en su vidsa, él esté a su lado.

Duque tira de la correa y nos vamos.

Los recuerdos pasados se mezclan con el presente, y una canción suena en mi cabeza. La dejo ahí que suene sola, porque si tarareo mientras la escucho, como suelo hacer cuando un tema llega a mí sin buscarlo, sé que lloraré.

Ⱊ"Dónde estás corazón, no oigo tu palpitar  es tan grande el dolor, que no puedo llorar, yo quisiera llorar y no tengo más llanto, la quería yo tanto y se fue, para nunca volver"Ⱊ.

Aparto pensamientos que duelan, y mientras vuelvo a casa, me recreo en esa imagen, en esa pareja, en ese abrazo, en ese tono de voz con que le habla....

Me quedo con la mañana que me regala una escena de un amor de película.

12 de enero de 2019

POR TI

No temas, que yo estaré a tu lado.

Seré tus ojos si los tuyos se empañan.

Seré tus labios si los tuyos se atascan.

Seré tus manos si las tuyas tiemblan.

Si algo te perturba, confía en mí, que estaré vigilándote y cuidándote. 

Si tropiezas, agárrate de mi mano, que mantendré firme y te llevará a donde quieras ir. 

Te regalo de mi vida lo que quieras: mis éxitos que sean tus recuerdos. 

Y con los tuyos, haré un collar de muchos colores, que rodeará mi cuello y luciré para que tú me veas bien guapa. 

Cuéntame lo que quieras, que estaré escuchándote, mirándote a esos ojos que buscan respuestas a tu inquietud.

Llegará un día en que no sabrás quién soy, pero  YO sí sabré quién eres tú.

Y no temas, porque yo estaré a tu lado.

5 de enero de 2019

LLUEVE, LLUVIA, AGUA..


Agua, que moja y limpia las calles y despeja el ambiente.

Agua, que arrastra las hojas de árboles caídos en noches de viento.

Agua, que riega los campos y embellece las plantas, que, agradecidas, exhiben sus flores de hermosos colores.

Agua, que cuando le cortan el camino, se enfada y revuelve; y arrastra y arrasa y enfurecida, nada ni nadie la detiene.

Agua, que cruza caminos y avanza veredas, que fluye en riachuelos y ríos, y llega a los mares, lagos y océanos, victoriosa y orgullosa.

Agua, que se vuelve granizo y escarcha cuando el frío aprieta.

Agua, que vive en las nubes en forma de gotas, que caen por tus mejillas y recorren tu pecho y se funden en tu cuerpo.

Lluvia, que moja tus pies, que confunde la noche, recorre tu cabello y moja y acaricia tu espalda....

Llueve, llueve, que es vida.

2 de enero de 2019

DONDE LA VIDA ME LLEVE




Nunca sabré hacia dónde me lleva la vida. Nadie nunca sabe hacia dónde.

Me dejo llevar por el viento, por la brisa y recorro los infinitos misterios que la vida me ofrece. 

Camino a veces, sobre tierra firme donde me siento segura, donde reconozco lugares y aromas y colores; y otras, sobre arenas movedizas, con el miedo y la incertidumbre de lo desconocido y complicado, y la impotencia de si salir bien de ellas es parte de mi destino.

Camino descalza sobre arena fina. Aligero, decidida, erguida, y sintiendo la brisa y el sol cómo me siguen y me empujan; me acompañan.

La arena recoge mis huellas. Pero sólo hasta que el agua, cuya vida no cesa, se las lleve. ¿Hacia dónde? ¡Quién sabe!. Para ella.

Y otras, mis pies encuentran piedras, pedruscos, y duele avanzar, duele... Te quejas, te doblas, aminoras la marcha...

Pero sigues. Sigues hacia delante porque el camino hay que hacerlo. Quieras o no. ¿Hacia dónde? ¿Quién lo sabe?

Hasta que la última huella, de la última playa se marche, tragada por el agua del mar o deshecha por el paso del tiempo.

1 de agosto de 2018

MOMENTOS EN LA ESTACIÓN

Cada momento de la vida, se puede convertir en una aventura.
Llegando de Málaga a la estación de Atocha,  me siento en un banco a comerme un bocadillo, mientras espero la llegada del tren que me llevará a mi destino, Tarragona.
Frente a mí, hay mucha gente de pie junto a sus maletas, mochilas, bebés en brazos y bolsas. Toda esa gente mira hacia lo alto, hacia unas grandes pantallas luminosas. Me quedo observando.
¿Qué miran, una película? ¿O quizá están consultando una publicidad, o una noticia sorprendente?
Sigo comiendo el bocadillo, y mi maleta se llena de pizcos de pan. 
Bebida en mano, el bolso colgado del hombro y el billete, que sostengo en mi mano y que reviso una y otra vez, vaya a ser que pierda el tren. 
La gente sigue pendiente de las pantallas, atenta sin perder detalle, y yo atenta a ella, porque sigo sin comprender, pero no pregunto, sigo dando cuenta de mi bocadillo, y pendiente de bolso, maleta y billete, una vez más.
De repente suena una voz que anuncia: "Tren con destino a..., efectuará su salida a las ...".
Ese tumulto de gente que miraba en la misma dirección, hacia el mismo sitio, arranca a andar casi al mismo tiempo y hacia el mismo lugar.
Ruido de maletas, murmullos subiendo en intensidad. Noto prisa y agitación. Y de nuevo hay vida, cuando antes solo había silencio y miradas.
Dejo la bebida a medias, enrollo el papel del bocadillo, levanto mi maleta, el bolso y mi billete. Lo agarro bien fuerte, se me vaya a extraviar , y les sigo.
No sé hacia dónde van, pero algo me dice que tengo que seguirles.
¿Habré preguntado cinco veces si vamos a Tarragona? Pues sí, es el mío, es mi tren.
Vuelvo a mirar mi billete, la pantalla y vuelvo a preguntar.
Ya montada en el tren, rumbo a Tarragona, parece que no haya pasado nada. He estado a punto de perder mi tren, mientras comía un bocadillo, teniendo la pantalla frente a mí.
Una aventura, lo dicho.

12 de julio de 2018

RESPIRAR

Antes de comenzar, quiero dejar claro que esto NO es una queja, ni un lamento.
Es quizá la necesidad de alzar la voz, porque soltando hacia fuera lo que una siente o padece, el mal se diluye y el cuerpo, la mente, se recuperan.
Siempre he sido muy comunicativa y he contado mis alegrías y mis penas a personas de mi entorno, y eso me ha hecho fuerte y no caer en los momentos más difíciles.
Y al mismo tiempo pienso, que la persona que lea esto, y esté pasando por lo mismo, quizá entienda qué ocurre, o quizá sienta que no está sola.
No pierdo la paciencia, no pierdo el ánimo, pero es cierto que sigo sin entender del todo esta enfermedad del Alzhéimer.
Si me preguntas cómo está mi madre, ¿qué te digo de hace un año a éste?. ¿Mejor? 
Si lees hace un año, me desesperaba su locuacidad, sus arranques de cólera con todos y por todo, incluso por hechos reales que solo existían en su mente, o que su mente transformaba de una manera ilógica para los demás mortales, no para ella. Le habían robado en la joyería, y estaba dispuesta a denunciar, y una tarde se vestía con una fuerza y una rabia fuera de lo normal, para ir a cantarle las cuarenta a la joyera amiga de muchos años; o le debían un dinero que nunca fue tal, a personas a quienes siempre había apreciado; o venían del más allá para hacerle daño, es más, los veía y se le notaba el pánico en su rostro.
Era tremendo porque no sabía cómo reaccionar en cada momento. Solo me quedaba mi intuición y las estrategias que daban o no resultado, aunque siempre he tenido esa capacidad de reaccionar de una forma en que la tranquilizaba, y entonces respiraba profundo y me decía: ¡hasta otra!
Ahora no. Ahora no habla casi. Calla aunque le preguntes, está más enfadada, seria.
No sufre recordando a las dos personas que más ha querido en este mundo: a su padre, su "papa" y a su hija mayor, ambos fallecidos jóvenes, pero en trágicas circunstancias, algo que la ha marcado para siempre.
Ahora, si habla de ellos, tiene la misma expresión que si le pregunto qué quiere cenar. Su rostro no expresa tan fácilmente las emociones, ni de dolor ni de alegría.
No sé si lo que hago le desespera o le alegra. No sirve de nada lo que haga o diga.
Y durante todo este tiempo traté de ser fuerte, de estar animada para sobrellevarlo todo mejor y porque, ¿quién aguanta que todos los días le hables de lo que hace y dice, o de cómo de perdida y frustrada te sientes?
Entonces callo y espero, y siento el miedo y me pregunto cuándo será el día en que me mire y no sepa quién soy.
Hace un año se despedía por las noches, y a lo mejor, tras un episodio de rabia y coraje, de esos que te sobrecogen de pronto sin saber cómo reaccionar, se volvía y me abrazaba sonriendo, o con una lágrima en sus ojos, pidiendo disculpas.
Yo la abrazaba fuerte y ella se iba a la cama sonriendo y llena de amor. 
Ahora me desea buenas noches, a veces se lo tengo que recordar, pero no siento que aprecie mi abrazo sincero o que sabe que la quiero.
En ocasiones la miro y en sus ojos veo lo perdida que está, pero no puedo entrar en ese mundo.
La veo cómo llega a una puerta y se queda un rato quieta, sin hacer nada. Quiero indicarle el camino, pero no encuentro cómo, porque además, si lo hago, ella reacciona quejándose.
Así es que bajo la mirada, pero sin perderla de vista, por si me necesita o me busca.
Y durante todo este tiempo, mucho tiempo ya, cuando echo la vista atrás, me doy cuenta que se han quedado personas por el camino, porque sus vidas continúan evolucionando, y no eres quién para romper esa evolución.
Procuro que no se me note lo mal que estoy, y dejo de llamar, evito encuentros, porque además, estos momentos duros, no vienen solos. Como dice una amiga mía,  esto no es lo malo, lo peor son los "daños colaterales".
Pido demasiado, y a veces no quiero que me pregunten cómo está mi madre, o no lo necesito. Pero sí que alguien me pregunte: ¿Y tú, cómo estás?
Mi vida, la mía, es como si hubiera sufrido un parón.
No veo futuro, no tengo metas ni ilusiones, no me las puedo permitir. Me dejo llevar. 
Pero cuando peor estoy, me paro y pienso: ¿qué habría hecho ella si la enfermedad me hubiera atacado a mí?
Sin duda la respuesta habría sido que no me habría dejado, como no lo hizo cuando estuve a punto de morir, recién nacida. Cuando a pesar de los impedimentos de sus propios familiares más allegados, luchó por conseguir el mejor médico y la mejor medicina, para sacar adelante a esa niña que no paraba de llorar día y noche, y a quien atendía en sus brazos, día y noche, sin desfallecer. Incluso cuando le dijeron que, ante una de las inyecciones que me suministraban, podría no resistirlo, y ella no quiso dejar de sostenerme, porque sabía, que en sus brazos, no moriría.
Eso es lo que me mueve a seguir, y la cuerda que aún me sostiene firme, es saber que hago lo correcto, y que en lo más profundo de ella, quizá, y aunque no lo exprese, sepa que estamos ahí, sus hijas, por quienes daría  su propia vida.
Mañana, cuando amanezca un nuevo día, leeré esto y seguramente me arrepentiré; pero ahora, en la soledad de la noche, los sentimientos van y vienen,  se aturrullan y se pisan unos a otros, y salen a borbotones sin ton ni son. Y lo que, mientras recogía la cocina se iba hilando en mi cabeza, deseando salir, ahora es otra cosa. Y cien veces que lo escriba, cien veces que lo expresaré de manera distinta, porque hay mucho que soltar.
Hace un año me iba a dormir con un pellizco en el pecho por una situación estresante; ahora me voy a la cama con la sensación de que no puedo respirar, que me falta el aire.
Sin embargo, sé que mañana, cuando amanezca, me recompondré, y encararé el día como venga.
Y me alegraré , como la otra tarde, si mientras le leo las poesías que escribió un día, casi sin cambio en su rostro, se enjuga una lágrima y me dice:
- Me vas a hacer llorar...
Y una, entonces, como si me hubiera tocado la lotería, me alegraré de esta muestra de que aún es capaz de expresar y de sentir  y entonces, respiraré.


15 de mayo de 2018

DUQUE

Este caniche toy, que atiende por el nombre de Duque, llegó como regalo para mi madre una Navidad de hace ya más de dos años.
Era una bola peluda blanca, que más parecía un peluche.
No llega a los cuatro kilos, y siempre tiene ganas de jugar, sobre todo con su pelota, que no suelta ni para dormir.
Juguetón saltarín, y un poco gruñón.
Le ladra al vecino, a los otros canes que no conoce, al carrito de la compra que arrastra cualquier  persona que pasa por su vera, a las bicicletas; y como vea a unos peques jugando con una pelota, se vuelve loco, y cualquiera lo arranca del grupo de niños o niñas que estén jugando con ella.
Siempre está mordisqueando, todo. Pero  todo, todo: bolígrafos, papeles, plásticos, limas de uñas, tapones...
¡Es un peligro!
Pero este peluche de ojos oscuros, redondos y de pelo ensortijado, me acompaña allá donde voy.
Si me ve triste, esas patas cortas, pero bien formadas, me acarician el brazo, una y otra vez, hasta que respondo a sus llamadas y me mira, mientras tuerce la cabeza de un lado a otro como si me quisiera hablar y esperara mi respuesta.
Quizá me hable, pero yo no entienda.
Al llegar del trabajo, mientras descanso apoyada la espalda en la esquina del sofá, él me busca y reclina su cabeza llena de rizos, y se deja acariciar, consiguiendo una paz necesaria para él y para mí.
Y por las noches, como la de hoy, me saca unas sonrisas.
Nos hemos inventado un juego: yo le tiro palos, y él va a buscarlos y me los trae.
Se pone nervioso, y cuando vuelve y me ve con el siguiente en la mano, el que trae siempre cae antes de tiempo, y como no me ande con cuidado, me lo quita de las manos pegando un gran salto.
¡Tengo que ser más rápida que él, mucho más! Anda que no, porque corre como si le fuera la vida en ello, y siempre regresamos a casa con la lengua fuera.
Hoy, como os dije antes, me ha sacado una de las mayores sonrisas,  la mejor, y quizá la única del día. De estos días que pasan sin pasar nada, y que son tristones.
Aún con el palo en la mano, la levanto, y antes de tomar fuerza y lanzarlo, Duque ya estaba en la otra punta, buscando como un descosío el palo que aún yo sostenía.
- Pero Duque, ¿dónde vas, si todavía no lo he lanzado?
Vuelve a mí a la velocidad de un rayo, dando saltos.
Y comienza de nuevo el juego.
Me tengo que reir y mucho.
Volvemos a casa y lo primero que hace es beber agua, y se sienta en el suelo mientras ve cómo recojo la cocina, o preparo unas magdalenas, o me aseo.
Ahora, las buenas noches, y a dormir.
Vuelve a mirarme con esos ojos oscuros y redondos, y apoya la cabeza en el suelo. Los cierra y suspira.