Mostrando entradas con la etiqueta momentos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta momentos. Mostrar todas las entradas

13 de diciembre de 2021

ATARDECER JUNTO A TÍ

Cae la tarde y suspiras, contemplando cómo se detiene el tiempo mientras me miras. 
 
El sol se despide regalando su luz a las nubes, que brillan y se contonean orgullosas ante nuestros ojos. Saben que mientras se despide este día entre montañas, tú y yo las estamos observando y jugamos con ellas.
 
Allá un ciervo saltando, más a tu izquierda un trineo, y sobre esa montaña, un elefante. 
 
 
Cielo y tierra se unen.
La luz de la despedida nos abraza. 

9 de septiembre de 2021

ESTO ES VIVIR

Poco antes de las 8 de la mañana, el sol me da los buenos días en un entorno privilegiado. No dudo ni un instante en desperazarme y salir a su encuentro.
Frente al hotel, la montaña y bajo el sol, a pocos kilómetros de aquí, pero cerca de mi vista, el bello pueblo de Genalguacil. 
Salgo cuando solo se escuchan los pajaritos despertando, con sus tibios gorgoritos. No puedo dejar de escucharlos.
Cojo el camino más cercano, y me acompañan los sonidos propios de la naturaleza a estas horas tan tempranas: un gallo aquí, el perro que le ladra, el rebuzne de un asno, otro gallo allí , y los pajaritos, "pi.. Pi... Pi.. Pi..". 
 Me adentro en el camino y no dejo de admirar los árboles . ¿Os dije alguna vez que me cautivan? Creo que son MONUMENTOS naturales imprescindibles para nuestra vida.
Es a esta  hora cuando aún se percibe el sonido del aire  que roza las ramas de los árboles, y que escucho cantar a mi paso, y que yo acompaño con el crujir de las hojas secas que encuentro bajo mis pies.
Hoy el sol augura un maravilloso día y conectar con la naturaleza es el mejor comienzo.
Me pondría algo sobre mis hombros, pero me gusta sentirlos frescos después de tantos días de calor y humedad.

Como dice este lugareño que encuentro con su saco al hombro, portando ramas cargadas de erizos de castañas para enseñar a sus nieto :
-  "Zeñora, esto es vida. Ze respira y se llenan los pulmones..".
Tiene usted toda la razón del mundo ¡Esto es vida!
 

6 de septiembre de 2021

SENSACIONES TRAS EL CONCIERTO ÍNTIMO

Cierro las ventanas que han permanecido abiertas durante toda la tarde, para airear y refrescar la sala .

Comienza a llegar la gente que va eligiendo los primeros sitios, mientras la cantante ensaya las voces, prueba micrófonis y prepara su puesta en escena. Procuro tener todo organizado, la sala limpia y los aparatos funcionando.

El recital poético musical da comienzo con unos poemas cantados.

Voz y música que llenan la sala y abrazan a quienes escuchan en silencio, unas veces, y otras, acompañan con las palmas y toques en el suelo con los pies, al son de los acordes más festivos de la guitarra.

Hora y media de poemas cantados, entre medias otros poemas recitados, por mujeres esta vez.

Voces femeninas que al igual que la música, llenan la sala de palabras y ritmos.

Me sorprenden que todas tienen algo en común, hay cadencias, hay tiempos y puntos en su declamación similares. Hay quizá una doctrina, una enseñanza.

Esto puede que suene que es artificial, pero no al oído. Suena bonito y elegante, es agradable.

Hora y media que el mundo se ha detenido y fuera no hay nada. 

Aplausos, canciones compartidas y gozadas.

Da igual el poeta que creó los poemas que hoy se escuchan, la desnudez de los mismos expuestos al público invaden, sin vergüenza y sin pudor.

Concluye y apago las luces. Compruebo que todo quede en orden.

El viaje de vuelta a casa lo hago en autobús.

Dejo pasar a una madre con dos niñas pequeñas, rubias con trenzas, son muy bonitas. Me fijo en ellas, en cómo se comunican, en cómo sonríen. Yo lo hago también.

También dedico mi atención a dos mujeres que se apresuran a coger sus asientos antes de que llegue alguien más avispado y rápido. De nuevo sonrío ante tal apresuración.

Afuera está oscuro. La oscuridad de la tarde noche, casi al final del mes de agosto, recién concluida la feria.

Se nota porque hay mucha menos gente, y aunque transmita aquí la vida que bulle, es más silenciosa.

Quedan algunos ruidos de cenas en el McDonald, chiquillería que alza la voz, parejas que pasean helado en mano, y hasta maletas que se arrastran y regresan.

De abanicos meciendo sus alas en la sala, al aire acondicionado muy fuerte en el bus, así estamos, no hay puntomedio.

El conductor lleva puesta una música que persigue mis pensamientos y no deja concentrarme.

 ♫♫Al compás del chachachá, el chachachá del tren, qué gusto da viajar... ♫♫

Regreso a mis pensamientos, y recuerdo, que en la sala, esta tarde, se hizo la burbuja, la que envuelve y olvida la vida, aquella que crea una vida distinta y paralela. La real o ficticia de unos poemas, que de un alma salen al exterior a hincarse en otras almas.

La burbuja que se ha roto de camino a casa en el bus, y que me devuelve a la vida, que me lleva a casa, Esa burbuja en que tuve la sensación que esta hora y media no era real.

Durante ese tiempo da igual el poeta o sus poemas. Ahí las palabras han estado bailando de un lado a atro: amor, sangre, muerte, libertad, mentiras y risas...

Te dejo, me dejas; te olvido o me buscas... 

14 de julio de 2020

EL PEZ FELIZ

Un rato hace ya que el pez, feliz, aparece saltando, brincando por entre las aguas.
Su lomo plateado delata la fuerza y viveza del mar que lo alimenta, lo ve crecer y lo cuida.
A sabiendas de que muchas miradas lo persiguen, se siente orgulloso  de ser el centro de sus miradas, y más se hace ver, dejando que la luz del sol muestre su lomo brillante. 
Se quieren, el sol, la luz, el agua y el pez. 
En un mismo mar convive con bañistas, ávidos de baños de sal, de arena y de sol; de juegos y sueños, historias de principios y finales, de amores y de amistades.
La tarde de baños y risas da paso a las noches de paseos, confidencias y espetos.
Las lumbres sobre las barcas que acogen el noble oficio del espetero iluminan la noche. La luna se asoma. Huele a pescado a fuego y a salitre.
Nuestro orgulloso pez se aleja mar adentro, surcando las aguas...

7 de julio de 2020

UN PASEO POR EL RÍO

Y llega la tarde. 
Y paseando por el río , junto al charco del Pontoco, en Gaucín, hacemos una parada en un recodo de su margen. 

A la sombra. Bajo los juncos.

Oimos el zumbar del aire cuando pasa entre las ramas, y se escuchan las hojas de los árboles que bailan y se mecen.
Pero impera en general, la calma, el silencio. 
Hasta las ranas se han callado.

El agua sigue su curso, suavemente y salta cuando tropieza con una enorme piedra, orgullosa de formar una pequeña catarata, minúscula, ridícula catarata. Pero se jacta ante mí, que la admiro embelesada. Sabe de su poder hechizante, a pesar de su humilde proeza. 
Entro al agua, y los pececitos corretean entre mis pies.
Me quedo quieta un instante y dejo que me huelan, y que se metan entre mis dedos y me hagan cosquillas. 
Con cuidado los aparto, dejo que sigan su camino. No quiero interferir demasiado en su hábitat.

Inspiro, espiro. Silencio.
Inspiro, espiro. Calma.
El sol luce y brilla el agua mientras sigue sonando esa música que enamora.
Inspiro y espiro. Silencio.
Ahora sí, croa la rana.

11 de febrero de 2019

UN AMOR DE PELÍCULA

Demasiado pronto para contar historias, aunque la vida siempre es historia, sea mañana o bien entrada la noche; llueva o luzca el sol.

Allá por el mes de agosto de hace poco más de un año, sucedió tal cual os cuento.

Esa mañana, bien temprano, bajamos Duque y yo a la calle, y ya se avecina un día de calor  agobiante, por lo que se agradece la hora del paseo.

Este caniche blanco y ensortijado, me mira sorprendido; creo que se ha percatado del madrugón, aunque no parece importarle demasiado por cómo mueve el rabo.

La luna, la misma luna de la otra noche, está a mi derecha, sobre el bloque de viviendas en el que viví hace años y donde conocí al que más tarde sería mi marido.

Y me asaltan los recuerdos de aquella trágica noche del 23 de agosto de hace ya...

Esta misma luna podía haberla salvado, o ¿quizá fue ella quien se la llevó?

No sé qué luna brillaba, pero sí que marchó con las estrellas, y dejó un gran vacío en nuestras vidas y una pena muy grande.

Aparto este pensamiento y miro a la luna: esta noche ni me sonríe ni se burla de mí. Hoy duerme.

No me gusta saber más allá de la curiosidad sana, pero una pareja que camina lentamente, llama mi atención. Yo pensaba que a estas  horas toda la gente dormiría.

Caminan con dificultad. Ella, más bajita que él, casi arrastra los pies. Él, con pantalón corto, sin camisa y con chanclas, le habla. Ella responde, y en el silencio de esa madrugada, se escucha con nitidez que tampoco habla con claridad.

No me gusta saber de la vida de las demás personas, no me interesa salvo que precisen de mí; pero esta pareja sí lo hace durante minutos. Me pregunto qué harán que no duermen. ¿Pasarán calor? Van muy juntos el uno a la otra; él rodea su cuerpo por los hombros y se le intuye un brazo fuerte, que la sujeta y casi le ayuda a desplazarse.

Entran en el bloque de viviendas y desaparecen, mientras se les ve andar, como desde el principio, torpemente.

Desaparecen de mi vista y me sorprendo a mí misma observándoles, preguntándome si volvían de la feria con unas cuantas copas de más, o un accidente o enfermedad minaba el cuerpo y el habla de ella.

Sea lo que fuera, ese brazo moreno que rodea su cuerpo, esas palabras que él le dirige, con calma, con respeto y paciencia, con cariño; esa unión de dos personas que pasean al despuntar el día, me emociona. Me emociona, que a pesar de la fragilidad de ella, de un momento quizá malo en su vidsa, él esté a su lado.

Duque tira de la correa y nos vamos.

Los recuerdos pasados se mezclan con el presente, y una canción suena en mi cabeza. La dejo ahí que suene sola, porque si tarareo mientras la escucho, como suelo hacer cuando un tema llega a mí sin buscarlo, sé que lloraré.

Ⱊ"Dónde estás corazón, no oigo tu palpitar  es tan grande el dolor, que no puedo llorar, yo quisiera llorar y no tengo más llanto, la quería yo tanto y se fue, para nunca volver"Ⱊ.

Aparto pensamientos que duelan, y mientras vuelvo a casa, me recreo en esa imagen, en esa pareja, en ese abrazo, en ese tono de voz con que le habla....

Me quedo con la mañana que me regala una escena de un amor de película.

5 de enero de 2019

LLUEVE, LLUVIA, AGUA..


Agua, que moja y limpia las calles y despeja el ambiente.

Agua, que arrastra las hojas de árboles caídos en noches de viento.

Agua, que riega los campos y embellece las plantas, que, agradecidas, exhiben sus flores de hermosos colores.

Agua, que cuando le cortan el camino, se enfada y revuelve; y arrastra y arrasa y enfurecida, nada ni nadie la detiene.

Agua, que cruza caminos y avanza veredas, que fluye en riachuelos y ríos, y llega a los mares, lagos y océanos, victoriosa y orgullosa.

Agua, que se vuelve granizo y escarcha cuando el frío aprieta.

Agua, que vive en las nubes en forma de gotas, que caen por tus mejillas y recorren tu pecho y se funden en tu cuerpo.

Lluvia, que moja tus pies, que confunde la noche, recorre tu cabello y moja y acaricia tu espalda....

Llueve, llueve, que es vida.

1 de agosto de 2018

MOMENTOS EN LA ESTACIÓN

Cada momento de la vida, se puede convertir en una aventura.
Llegando de Málaga a la estación de Atocha,  me siento en un banco a comerme un bocadillo, mientras espero la llegada del tren que me llevará a mi destino, Tarragona.
Frente a mí, hay mucha gente de pie junto a sus maletas, mochilas, bebés en brazos y bolsas. Toda esa gente mira hacia lo alto, hacia unas grandes pantallas luminosas. Me quedo observando.
¿Qué miran, una película? ¿O quizá están consultando una publicidad, o una noticia sorprendente?
Sigo comiendo el bocadillo, y mi maleta se llena de pizcos de pan. 
Bebida en mano, el bolso colgado del hombro y el billete, que sostengo en mi mano y que reviso una y otra vez, vaya a ser que pierda el tren. 
La gente sigue pendiente de las pantallas, atenta sin perder detalle, y yo atenta a ella, porque sigo sin comprender, pero no pregunto, sigo dando cuenta de mi bocadillo, y pendiente de bolso, maleta y billete, una vez más.
De repente suena una voz que anuncia: "Tren con destino a..., efectuará su salida a las ...".
Ese tumulto de gente que miraba en la misma dirección, hacia el mismo sitio, arranca a andar casi al mismo tiempo y hacia el mismo lugar.
Ruido de maletas, murmullos subiendo en intensidad. Noto prisa y agitación. Y de nuevo hay vida, cuando antes solo había silencio y miradas.
Dejo la bebida a medias, enrollo el papel del bocadillo, levanto mi maleta, el bolso y mi billete. Lo agarro bien fuerte, se me vaya a extraviar , y les sigo.
No sé hacia dónde van, pero algo me dice que tengo que seguirles.
¿Habré preguntado cinco veces si vamos a Tarragona? Pues sí, es el mío, es mi tren.
Vuelvo a mirar mi billete, la pantalla y vuelvo a preguntar.
Ya montada en el tren, rumbo a Tarragona, parece que no haya pasado nada. He estado a punto de perder mi tren, mientras comía un bocadillo, teniendo la pantalla frente a mí.
Una aventura, lo dicho.

10 de junio de 2016

EL BESO DE TUS NOCHES

Esa noche se fue pronto a la cama. Estaba más distante que otros días, exhausta, diría yo. Se movía de una habitación a otra con la cabeza gacha, y arrastrando los pies. Su mirada casi perdida, no fijaba la vista en ningún punto. El sueño la vencía.

Yo le hablaba mientras ella emitía sonidos casi ininteligibles, o contestaba con un breve No, Sí. No quise agobiarla más y callé.

Se aseó, como de costumbre, antes de dormir. Se lavó los dientes. Cerró la puerta del baño. Entró de nuevo a la cocina. Bebió un vaso de agua y a la vuelta, apagó la luz del pasillo.

La veía ir y venir, sin apenas hacer ruido. La dejé hacer mientras la observaba, en silencio.

Se olvidó de llevar la jaula del pájaro al lavadero. No bajó la persiana de la ventana de su salita, donde pasa la mayor parte del día, "en el banco de la paciencia" -como dice ella-, para evitar que por las mañanas entre demasiada luz y despierte a Duque, su caniche, el objeto de sus juegos y sus risas.

Cerró la puerta del cuarto, pero olvidó darme las buenas noches, como hace cada noche, cada día. Yo aún no había pasado para besarla y abrazarla. El último abrazo del día. El último beso del día.

Entré a los pocos minutos, y ya estaba en la cama.

- Mamá, mamá, -susurré-. Pero mamá dormía plácidamente. Ni los párpados movió.

La miré durante unos segundos, y sólo oía su respiración.

Me iba ya a mi cuarto, dispuesta a no molestarla, pero volví sobre mis pasos, me acerqué a su cama, me agaché suavemente y la besé en la mejilla. Que tengas dulces sueños -pensé mientras lo hacía-.

A la mañana siguiente, la luz entraba por la ventana, pero mamá seguía durmiendo en la misma postura que la dejé la noche anterior. ¡Parece que esta noche ha tenido dulces y reparadores sueños!.

Unas horas después, le comenta a su cuidadora, Mari Francis -mi confidente-, que al despertar pensó en mí, y que sabe cuánto la quiero. Que le doy muchos besos y abrazos, a pesar de que reconoce que soy "un desastre". Pero que anoche se fue temprano a la cama y no se los dí.

- Claro que sí te lo dí, mamá. Como todas las noches. Mientras esté aquí, no te faltarán.

Cada noche te regalaré un beso y un abrazo. Aunque no te des cuenta, yo velaré tus sueños, al igual que hacías cuando yo, aún, era una bebé. Yo tampoco recordaba el amor que me dabas, las noches que pasabas en vela cuando enfermaba, o cuando ahuyentabas mis pesadillas con cuentos, cancioncillas y carantoñas.

Ahora te envolveré entre mis brazos, y te apretaré para que me sientas. Para que recuerdes, cada mañana, lo mucho que te quiero. Y que éste no será tu último beso, ni tu último abrazo. Aún te quedan muchos por recibir.


9 de octubre de 2014

ASÍ ES LA VIDA... ¡y virgencita, que me quede como estoy! (relato)

ASÍ ES LA VIDA


        Son casi las tres de la tarde, aún hace calor, pero los días son cada vez más cortos. El otoño ya está aquí, aunque nos cueste hacernos a él.
        Salgo del trabajo y me voy con una compañera que me deja en la esquina de siempre,  y estoy cerca de mi casa. Hago el mismo recorrido. Paso por las mismas calles de siempre. Están casi vacías, digo casi, porque anda un gato por ahí, lentamente, rebuscando y olisqueando en una bolsa rota que hay en el suelo. Me quedo mirándolo, pensando en mi Lía, lo calentita que está en mi casa, y ese pobre, ahí está, todo esmirriáo, sucio, pasando frío y buscando algo que echarse a la boca.
            -¡Ay! –un suspiro se me escapa mientras sigo caminando.

        Voy más lenta que otros días,  disfrutando cada detalle de esa calle que no conozco, aun pasando por ella todos los días. Nunca me había fijado a estas horas, cuando todo está más en calma.

        Los comercios están cerrados: el pub de la esquina, con las luces apagadas, sin ruido;  la mercería de Juan, con el candado echado; y esa peluquería nueva, moderna, adornada en negro y rojo:
        En su escaparate, de grandes cristaleras, en letras muy grandes y llamativas aparece un rótulo que pone:
-         ¡PROMOCIONES ESTE MES! :UÑAS DE GEL, 20%,
-         FOTODEPILACIÓN, 30%,
-         MASAJE, 50%!

            - Debería de hacerme un masaje, ¡estaría bien! –comento para mis adentros.

            Me cruzo con dos chavales que van a toda prisa. Vienen del Instituto y se han entretenido por que el más moreno le cuenta al otro, su vecino, que la niña del 3º E, Elena, está por él. Se lo ha dicho la Pepi.
-         ¡tío, estás flipao!, No te creas nada de la Pepi, es una mentirosa.

            Se siguen riendo mientras aligeran, porque su familia les estará esperando con la comida en la mesa.
            
        Al volver la cara hacia delante, después de que mis ojos siguieran a estos dos chavales, con sus mochilas a la espalda, y con los pantalones caídos, me tropiezo con una mujer mayor, que arrastra los pies, empujando un andador. A su lado camina una señora de unos cuarenta años, de piel morena, muy morena, casi negra, sin maquillaje y con el pelo recogido en una cola alta. Viste una sencilla camisa de color crudo, y una falda marrón que le tapa las rodillas. Completa su atuendo con una chaqueta antigua, y unas botas altas, muy desgastadas.
            Ella va cantando, muy cerca del oído de la mujer mayor,
            - ¡Corriendo no, corriendo no, cantando!-

            Suena muy dulce y cariñoso. Me sorprende la calidez de la voz y de la
canción. Sonrío.
            La mujer mayor, tiene las manos muy deterioradas, y se agarra al andador con fuerza, mientras continúa su camino, lentamente. Tiene una mirada profunda y siempre se la ve buscando la otra la mirada.

          Se paran un momento. A su acompañante se le ha caído un papel, que se apresura a coger, con desesperación, como si no quisiera que se hiciera daño, como cuando coges a un niño pequeño que ha tropezado. Me sorprende esta reacción, y me doy cuenta  que es una hoja escrita a mano.
            La señora mayor  aprieta el andador, mientras le dirige una larga y profunda mirada. Sus ojos se han llenado de lágrimas. Parece que su lenguaje se basa en las miradas, cargadas de historias. Una historia de muchos años de luchas, de sacrificios, de sinsabores, de pérdidas familiares. Una historia de soledad en el ocaso de la vida. Y la otra historia de lucha, superación, una hija que se va demasiado pronto, un viaje largo, soledad. Dos historias que se encuentran. 

            El andador...,  mis ojos vuelven al andador. Es de una forma sencilla, de color oscuro. Nada de particular, pero que llama enormemente mi atención. 

            Sigo caminando pensando en el andador, en las historias, en la canción, en las miradas y me detengo un momento mientras miro un escaparate adornado para la Navidad,  y recuerdo el andador que le compramos a mi niño, cuando comenzó a andar, para que le ayudara a ir más firme y seguro en sus primeros pasos. Ahora, casi al final de su vida, esta señora, recurre también a un andador, para ayudarse también a caminar firme y segura.
            - ¡Cómo es la vida! ¡cómo después de tanto años volvemos a ser como niños pequeños! Necesitamos algo a lo que agarrarnos, y a alguien que nos cuide. Suspiro y vuelvo la vista atrás.

            Y aquí está ella, la mujer de piel tan morena, tan morena que parece negra. 
            Después de recoger el papel arrugado, se paran a descansar, y ella se acerca a su acompañante con mucha delicadeza. Le sonríe tímidamente mientras le ayuda a sentarse en un banco, y dejan el andador junto a ellas. Nuestras miradas se han cruzado.¡Otras vez las miradas, lenguaje universal, secreto, sincero!

            La suya es muy limpia, y se queda un momento perdida. Sus ojos son oscuros, y veo en ellos la nostalgia de una familia que ha dejado lejos, muy lejos, mientras ella está aquí en España, para trabajar y mandarles dinero. Seguramente tendrá unos padres que la añoran, y unos hijos que la echan de menos. Y esa hija perdida en la más bella de las edades. Pero su corazón sigue con ellos. Ella soñará en que su vida mejore muy pronto, porque ya le toca.
            ¿pasará las Navidades sola?, ¿o estará con algún compatriota?.

            Me sonríe, de nuevo tímidamente y agacha la cabeza.
           
Coge  la mano de la mujer mayor, con suavidad, para animarla a que la acompañe, y vuelve a susurrarle la misma canción: - ¡corriendo no, corriendo no, cantando!.
            Mientras contemplo cómo emprenden la marcha,  haciéndose cariñosa compañía la una a la otra, aligero el paso, con la cabeza más alta, y una sonrisa renovada, y pensando, para mis adentros:

            - Vengo de mi trabajo, bien remunerado,  donde aprendo algo todos los días, y me dirijo a casa, donde me esperan mi marido y mis hijos; y mi gata, que estará detrás de la puerta, esperando a que llegue para hacerme carantoñas y para que le de su comida preferida, y después, echarse a dormir, una larga siesta, en el mejor sillón de la casa.

12 de marzo de 2012

RECONCILIACIÓN. (Un reencuentro poético-musical)

LLovía, ¿sabes?, llovía como estos últimos días, como estos últimos meses. No paraba de llover.
El agua circulaba como un pequeño río por las calles, entorpeciendo la circulación, entorpeciendo los paseos.
Yo no tenía ganas de ir, pero me comprometí con mi madre. Lo hice hace más de dos semanas, y ahora no podía fallarle. ¡Y no será porque me sobra el tiempo!
Cansada de un estresante día de trabajo, y después de haber dormido sólo cuatro horas, en realidad tenía ganas de ponerme las zapatillas, la bata de guatiné, que me regaló mi suegra cuatro tallas más grande, y quedarme en el sofá viendo la novela, o haciendo que la veo, porque al final siempre termino adormilada, sin enterarme bien de lo que pasa.
Busqué excusas, busqué tareas que realizar. Busqué en mi agenda alguien con quien tuviera pendiente una cita, una charla. Los teléfonos no contestaban.
Dejé que el tiempo pasara, para no llamar a mi madre. Me hice la despistada.
Pero mi madre estaba desde muy temprano preparándse: se duchó, se lavó el pelo, se lo peinó (sus rizos le permiten, aún con la edad que tiene, hacerse un peinado muy juvenil); se pintó a concencia, y buscó el mejor jersey que aún no había estrenado. Se roció con su colonia, Gloria de Vanderbilt, una mezcla de mimosa, rosa y flores orientales picantes. Una fragancia que perdura en el tiempo y en el espacio.
La habían invitado a un recital poético-musical, organizado por una asociación de mujeres para obtener fondos en ayuda a Haití. ¡Una buena causa y una buena excusa para salir de su casa!.
Mientras me arreglo a regañadientes, recuerdo mi asistencia hace unos meses a un recital de poesía. El ambiente estaba cargado. Las señoras con peinados que parecían recién salidos de un cuadro, de una peluquería, con fuerte olor a laca. ¿que si me gustaron las poesías? Pues no sé qué decirte. Le puse mucho interés. Atendí para empaparme de todo, y sacarle todo su jugo. Intenté que los ojos me picaran de emoción. NO ocurrió nada. Pensé que sería un problema mío, que había estado mucho tiempo desconectada de este ambiente y ahora no sabía disfrutar de él. O que las cargas familiares y los problemas me habían vuelto insensible. ¡Yo qué sé! No supe definir aquel estado.
Salí de noche, sola, sin despedirme de nadie, con la mirada perdida, buscando el autobús que me devolviera a casa. Hacía frío y tenía unas ganas enormes de llegar.

Pero esta vez veía tan feliz a mi madre, con su nuevo grupo de amigas, que por fin, y después de muchos años había conocido, que me sentí incapaz de decir que no. Ahora está saliendo y acudiendo a sitios donde pasárselo bien. Eso ya era un factor importante para que me decidiera a intentarlo de nuevo.

Así es que la acompañé, a pesar de la lluvia, a pesar del cansancio, y a pesar de la experiencia anterior.

Instituto Andaluz de la Mujer. 18 horas. Entradas agotadas.

Comenzamos a entrar en la sala que se fue llenando de caras sonrientes y conocidas entre ellas. Debe de ser que se juntan más de una vez en este tipo de eventos.
Mi madre y yo no sabíamos dónde ponernos. Primero en esas sillas frente al escenario. ¡No, ésas están muy cerca de la ventana, y puedo pasar frío! -comentó mi madre, y con razón-.
Busqué otras un poco más cerca, pero al final estaba allí la mujer que la había invitado y nos pidió que nos sentáramos con ella, junto a la columna. La silla la tuve que retirar un poco, porque no se veía bien.
¡Verás tú que al final vamos a estar en el peor de los sitios!

Mi madre miraba de un lado a otro, intentando encontrar una cara conocida, además de la que nos invitó al evento. No encontró a nadie. Me senté junto a  ella.
La sala cada vez más llena de gente. Había mucho ruido, muchos saludos efusivos y en voz alta. ¡Un griterío!.
No se presentó la Coordinadora del Instituto Andaluz de la Mujer, al parecer por encontrarse indispuesta.
¿Será verdad? Los políticos siempre ponen excusas, y al final un trabajador tiene que sustituirlos.
En esta ocasión, alguien comentó que era cierto. Que se había puesto enferma y que tenía mucho interés en asistir, incluso ya lo había hecho en otras ocasiones.
Mi madre se quitó el abrigo, se acomodó y guardó silencio esperando a que comenzara, y  yo aguardé junto a ella, casi embriagada por su perfume, que ya se había expandido y llenaba parte de la estancia.
La miraba complacida, comprobando que estaba bien. Y para mis adentros me decía que había merecido la pena sólo por eso. Su cara estaba relajada, y sus ojos estaban chispeantes. ¡Era feliz!
El griterío comenzó a bajar de intensidad conforme se fueron ocupando todas las plazas, y la Presidenta tomó el micrófono y pidió silencio. Estaba a punto de comenzar.
Primero una breve presentación del acto, por el padrino de la Asociación, con unas bellas palabras; palabras de agradecimiento a todas las personas que habían asistido, a todas las que habían contribuido a que esto se realizara y a todas las que iban a actuar.
Comenzó el acto con la actuación de un grupo de cuatro mujeres que acompañaron, al son de las castañuelas, dos composiciones muy bellas: "La Calesera", una composición de zarzuela y "La Malagueña de Lecuona".
Las mujeres aparecían ataviadas con pantalones negros y camisa blanca, y una biznaga de jazmines en el pelo, ¡ah! ¿que no sabes lo que es? ¡ah, perdona, que no me acordaba que no eres de aquí! Pues mira, una biznaga de jazmines es una composición hecha con jazmines naturales, ensartados en un armazón con pinchos (sacado de una planta natural) formando una bola. Los jazmines se cogen en las tardes de verano, cuando aún no se han abierto. Se van pinchando uno a uno, cerrados, que resulta más fácil. Cuando se abren, se forma una bola que desprende un olor impresionante. Es un símbolo de la ciudad de Málaga, muy familiar y cotidiano. Tanto es así que hay biznagas para decoración, como alfiler, para bisutería, en utensilios para la casa, en estampados, y hasta tenemos un biznaguero que vende sus ramilletes de pequeñas flores blancas, y que se ha convertido en un personaje representativo de la ciudad. 

Este grupo de  mujeres, con su gracia y su elegancia, mantuvo al público asistente en silencio. Bonito y original.
Yo siempre había escuchado tocar las castañuelas en el baile, pero no una actuación sólo de castañuelas. El sonido estaba acompasado, al son de la música, y ellas movían su cuerpo con el mismo movimiento que el de sus manos.

El asiento frío de la silla comenzó a volverse más humano, más cercano. Aplaudí con mucha energía.

Después comenzó la poesía: "Esa guitarra", "Me he soñado", "La Paz", "Libre como paloma"... Fueron títulos que dieron paso a las poesías compuestas por las poetisas que permanencían, según su turno, sentadas junto al escenario, con sus letras imprimidas en la mano, y algunas de ellas nerviosas ante lo inminente de su actuación.

Las palabras comenzaron a brotar, una tras otra, con musicalidad. El ruido exterior no se escuchaba. Sólo las palabras. ¿Sabes? Es como si no hubiera nada más. La sala repleta de gente y estaba todo en silencio.
Palabras que iban volando por la sala, por el aire: "jazmines", "rosas", "miedo", "amor", "palabras que enamoran".
Quería atraparlas, quedármelas, pero no podía. Quería retenerlas, pero se me escapaban. ¿te las imaginas, de colores?
- ¡Niña, que estás en Babia! -me decía mi madre.
- Mamá, por favor, ¿no escuchas?
Una poesía, y después otra. Sentimiento. Palabras que llegaban al corazón.

En mitad del acto, una mujer nos obsequió con una canción: ¡Hijos de la luna!´
No podía separar ni la vista ni el oído de aquel escenario.
Su voz sonaba dulce, con fuerza, elevándose, igual que las palabras. Sintiendo que, efectivamente, el niño está solo en el monte, y te dan ganas de hacerle una cuna con tus brazos y mecerlo.
Y después una segunda parte. Más sentimiento desbordado.
Las lágrimas pujaban por salir, pero no las dejaba, porque estaba muy ocupada escuchando todas esas poesías, recitadas por sus autoras, en una tarde mágica.
Y al final, el Toque de Castañuelas: "Salinas de Campuzano" y "Las cuatro estaciones de Vivaldi!. ¡Fantástico!

El tiempo voló. Seguía lloviendo, y mucho Y me recordó a aquel año, cuando tenía 17 años en Jaén. Era voluntaria de la Cruz Roja, un 14 de febrero. Fuimos con las personas mayores a ver una película, "Del rosa al amarillo". Cuando salimos estaba toda la calle con un manto de nieve. Los pies se hundían levemente. Habían bastado dos horas para que la nieve hubiera cuajado.
En esta ocasión no nevaba. Aquí no vemos nunca la nieve. Es una pena, porque es tan bonita. Pero la lluvia sí caía con ganas. Y no era lluvia que molestara, todo lo contrario. La sentía fresca, clara. La esperaba. La conocía. Me era familiar.

Y como un soplo, como un suspiro, acabó.
Salí conociendo a muchas personas, que me saludaban, agradecidas por mi asistencia, y me invitaron a que asistiera a otros momentos como éste. Creo que en la cara se me notaba lo que había sentido.
Me paré un momento, y volví al principio cuando entré allí: veía las mismas caras sonrientes, pero ahora se dirigían a mí.

Veía a mi madre más chica. A su lado, parecía que yo hubiera crecido.

Málaga, febrero de 2010

11 de enero de 2010

MADRUGADA DE PROCESIONES EN JAÉN

Desde el balcón de la casa de mi abuela Cristobalina, en Jaén, en la calle Maestra, se veían pasar las procesiones de la Semana Santa.
Allí estaba yo, una noche, cuidando de mis primas Mª del Mar y Lourdes.
Y Mientras se escuchaban los tambores y trompetas, y la marcha de Nuestro Padre Jesús "El Abuelo", y veía dormir plácidamente a mis primas, me entretuve en esto:


"Son las 6´45 de la mañana. A lo lejos de la calle se oye el sonar de los tambores y trompetas. El aire huele a Semana Santa, a noche de Dios. La música se escucha lejana, el sonido es típico de la Semana Santa. Estoy en el comedor. Por la calle se oye gente que pasa, habla, corre, grita. El comedor está solo, con la simple compañía de mi prima Mª del Mar, que poco a poco se está durmiendo.
Junto a esta habitación hay otra un poco más pequeña. Allí está, en una cama, una niña pequeña.
Es mi prima Lourdes. Su cara es redondita, graciosa, es rubia, y sus ojos son azules, claritos como el cielo. Preciosos.
Ella no para de llorar; su llanto se eleva perenne en el tiempo. Su carita está roja, y sus ojos aparecen hinchados.
Ya se calma, pero de vez en cuando, y sin querer, se le escapan pequeños suspiros que suben hasta el techo y llegan suplicantes a mí.
Me asomo a verla, y contemplo su carita sonrosada. La mezo, la calmo, le digo lindas palabras. Vuelve a cerrar los ojos.
De nuevo llora..., calla..., silencio...
Los pájaros se escuchan ya en la Plaza Santa María y un gallo acaba de dar su grito, para que todo el mundo lo escuche. Este grito significa que el día ya está comenzando a asomar, aunque para muchos, este día aún no ha acabado.
- ¡pshhhh, Silencio! -. Parece que la calma ha llegado de nuevo, y ahora Lourdes descansa tranquilamente en su sueño.
Escucho con atención, de una habitación a otra. Mª del Mar se ha dormido y sobre su mano, apoya la cabeza, descansando las ideas de la vida. Su cabellos rubios caen sobre ella.
Los tambores se siguen oyendo, ahora más despacio, y el gallo... ¡ah! ¡Ha tenido respuesta!, otro de más allá se está comunicando con él.
¡oh! Algo ha perturbado el sueño de Lourdes. De nuevo se escucha su llanto en la tranquilidad de la noche...".
__________________________________________________