Nunca sabré hacia dónde me lleva la vida. Nadie nunca sabe hacia dónde.
Me dejo llevar por el viento, por la brisa y recorro los infinitos misterios que la vida me ofrece.
Camino a veces, sobre tierra firme donde me siento segura, donde reconozco lugares y aromas y colores; y otras, sobre arenas movedizas, con el miedo y la incertidumbre de lo desconocido y complicado, y la impotencia de si salir bien de ellas es parte de mi destino.
Camino descalza sobre arena fina. Aligero, decidida, erguida, y sintiendo la brisa y el sol cómo me siguen y me empujan; me acompañan.
La arena recoge mis huellas. Pero sólo hasta que el agua, cuya vida no cesa, se las lleve. ¿Hacia dónde? ¡Quién sabe!. Para ella.
Y otras, mis pies encuentran piedras, pedruscos, y duele avanzar, duele... Te quejas, te doblas, aminoras la marcha...
Pero sigues. Sigues hacia delante porque el camino hay que hacerlo. Quieras o no. ¿Hacia dónde? ¿Quién lo sabe?
Hasta que la última huella, de la última playa se marche, tragada por el agua del mar o deshecha por el paso del tiempo.
