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25 de julio de 2024

A JUBRIQUE, CON AMOR (Tras el incendio forestal sept. 2021)

A JUBRIQUE, CON AMOR
Anoche soñé que volvía a recorrer el camino que me llevaba a ti. 
Se hacía interminable la carretera contemplando lo que el fuego llegó a calcinar. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas y el corazón lo tenía encogido. 
Anoche soñé que conforme avanzaba, veía las casas blancas de donde salían personas muy cariñosas y amables, que me acogían y me daban la bienvenida, sonriendo, siempre sonriendo. 
Al despertar, mi primer pensamiento fue que tenía que volver, volver y llegar a ti como en mi sueño. 
Te pediré, entonces, que me dejes perderme por el laberinto de tus calles, y embriagarme con el olor de tus flores. 
Sé que esas personas con las que soñé, son las que cuidan con esmero que el pueblo sea uno de los más bonitos y coloridos, con esas calles estrechas y empinadas, de fachadas blancas como la nieve y engalanadas con macetas de “lunares” que le dan la alegría que sus gentes tienen, y que en primavera se ven repletas de flores como las rosas, los claveles, los geranios, hortensias, margaritas, y hasta árboles frutales. 

Disfrutar de la belleza y del color y los verdes, es otro de vuestros atractivos. 
Quizá soñara también que en tu pueblo existía un oasis de las mariposas y que es vuestra mascota. La riqueza de vuestro entorno natural nos ofrece la maravillosa experiencia de verlas volar y admirar sus colores y formas; me podría quedar horas enteras viendo cómo bailan a mi alrededor. Déjame que siga soñando, y dime si puedo visitarlo.  
Déjame también adentrarme por tus caminos sin perder la mirada a ambos lados y que me seduzcan los verdes y ocres de tus árboles; asomarme al Mirador del Peñón Encantado, y contemplar la majestuosidad de tus alcornoques, admirar los troncos robustos de tus quejigos, y dejarme seducir por el familiar olor a pino. 
Y cómo no, déjame también que me emocione con los cambios de colores de tu paisaje, con esos centenarios castaños que durante el otoño dejan caer sus hojas, para formar un manto hermoso de distintas tonalidades de verdes, marrones y dorados, que brillan cuando el sol los baña con sus rayos. Hasta pronunciarlo es bello y melódico, EL BOSQUE DE COBRE. 
Déjame pasear junto al río, aunque tenga que llorar junto al charco, vuestro Charco Azul que ahora es casi negro, gris cenizo; que la mano de un ser sin alma destruyó su entorno, para desesperación de tus habitantes y de quienes gozamos de tan magnífico espectáculo. Sé que con vuestra unión y con ayuda, renacerá, y se volverá a convertir en ese lugar idílico. 

En mi sueño, también olía a aguardiente, ¿puede ser?. Dime, ¿qué fue del aquel famoso aguardiente que en el siglo XVIII se vendía por toda Andalucía y fuera de ella? Cántame la coplilla, aquella que decía: 
 
«Los que gusten de catar 
 Los zumos del alambique
 Mejores no los tendrán
 Que en los pagos de Jubrique».
 
No quiero dejar el pueblo en mi visita, sin parar en uno de tus bares, y comer ese gazpacho caliente y potaje de hinojos que las gentes del lugar preparan con tanto esmero, como antiguamente; comida de lo que daba el campo, la más rica y saludable. 
Gazpacho Caliente-Fuente: Ana Abellán-blog ME SABE A MÁLAGA

Tu origen, Jubrique, tiene mucho que ver en cómo sois la gente de por aquí, desprendida y solidaria, una gran familia que se arropa y se cuida, que trabaja junta cuando más lo necesita, y que remonta con la energía y la fuerza que da la Madre Tierra. 
Aunque tus ojos lloren, Jubrique, aguanta y espera,  que la naturaleza es sabia, y como las aguas de tus fuentes y manantiales fluyen, así fluirá la esperanza de la recuperación. 
 
Anoche soñé que volvía a ti. 
Y yo, que creo en mis sueños, volveré.

4 de junio de 2024

NEGRO

 


NEGRO

¿Es la casualidad? Negro identifica mi estado general en estos momentos.

Podría haber elegido un color, como el verde, uno de mis favoritos. Verde manzana, verde esperanza, verde pino, verde selva. Verde que te quiero verde. Verdes campos que visito.

Podría haber elegido el rosa, rosa chicle, rosa claro como el vestido que lucí el día del entierro de mi hermana, cuando muchas de las personas me criticaron por no vestir de negro. ¡El luto se lleva en el corazón! Yo tenía veinte años, y una pena tan grande, que me daba igual un rosa, amarillo o blanco.

No amarillo limón, ni amarillo luminoso, el sol que nos acompaña cada día. No elegí el amarillo chillón, ni el amarillo pálido, podría, pero no.

No blancos inmaculados, ni azules cielo;-ni rojo fuerte, rojo pasión, rojo carmín, el rojo de tus labios, la sangre del toro derramada sobre el albero, muerte, dolor; no quiero no quiero muertes sin sentido, no quiero sangre derramada para regocijo de quienes lo rodean aplaudiendo.

He decidido echarlo a suerte y es el negro el que al mover la rueda, aparece; negro, oscuridad. Negro depresión. “Negro como mi corazón” - así decía mi madre. MI madre. Mi motor. Mi origen y mi todo.

Hoy el negro me acompaña, me oprime. Quizá más gris que negro. Negro negro es mucho negro. 

Pero el negro es el que ha salido. Lo siento y así me siento.

13 de noviembre de 2019

CUÉNTAME MAMÁ

Cuéntame otra vez, mamá, cuéntame cuando yo nací.
¿De qué color eran las flores que brotaban en tu balcón, y que prendías enlos rizos de tus cabellos?
Cuéntame otra vez, mamá, la primera vez que me cogiste entre tus brazos, lo que sentiste.
Y cuando me acunabas y me cantabas:
🎵🎵arrorró mi niña, arrorró mi sol... arrorró pedaaaazo, de mi corazón!🎵🎵
¿Es verdad que me calmaba?
Es el mejor lugar del mundo, sin duda. Donde más segura me encontraba.
Cuéntame cómo tenía el cabello cuando yo nací, mamá. Siempre me ha gustado que me dijeras que lo tenía acaracolado, y rojizo, como las mazorcas. Y que mi cara era redondita y muy bonita.
Y que cuando lloraba y lloraba por mi enfermedad, tú me apretabas con todo tu amor y sabías Que contigo no me pasaría nada. Como así fue, y así me recordaste durante muchos años, gracias a tu tesón, a tu fuerza, hoy puedo mirarte a los ojos y cogerte de las manos.
¿Qué estrellas brillaban cuando yo nací?
Cuéntame, mamá, Cuéntame otra vez.

12 de julio de 2018

RESPIRAR

Antes de comenzar, quiero dejar claro que esto NO es una queja, ni un lamento.
Es quizá la necesidad de alzar la voz, porque soltando hacia fuera lo que una siente o padece, el mal se diluye y el cuerpo, la mente, se recuperan.
Siempre he sido muy comunicativa y he contado mis alegrías y mis penas a personas de mi entorno, y eso me ha hecho fuerte y no caer en los momentos más difíciles.
Y al mismo tiempo pienso, que la persona que lea esto, y esté pasando por lo mismo, quizá entienda qué ocurre, o quizá sienta que no está sola.
No pierdo la paciencia, no pierdo el ánimo, pero es cierto que sigo sin entender del todo esta enfermedad del Alzhéimer.
Si me preguntas cómo está mi madre, ¿qué te digo de hace un año a éste?. ¿Mejor? 
Si lees hace un año, me desesperaba su locuacidad, sus arranques de cólera con todos y por todo, incluso por hechos reales que solo existían en su mente, o que su mente transformaba de una manera ilógica para los demás mortales, no para ella. Le habían robado en la joyería, y estaba dispuesta a denunciar, y una tarde se vestía con una fuerza y una rabia fuera de lo normal, para ir a cantarle las cuarenta a la joyera amiga de muchos años; o le debían un dinero que nunca fue tal, a personas a quienes siempre había apreciado; o venían del más allá para hacerle daño, es más, los veía y se le notaba el pánico en su rostro.
Era tremendo porque no sabía cómo reaccionar en cada momento. Solo me quedaba mi intuición y las estrategias que daban o no resultado, aunque siempre he tenido esa capacidad de reaccionar de una forma en que la tranquilizaba, y entonces respiraba profundo y me decía: ¡hasta otra!
Ahora no. Ahora no habla casi. Calla aunque le preguntes, está más enfadada, seria.
No sufre recordando a las dos personas que más ha querido en este mundo: a su padre, su "papa" y a su hija mayor, ambos fallecidos jóvenes, pero en trágicas circunstancias, algo que la ha marcado para siempre.
Ahora, si habla de ellos, tiene la misma expresión que si le pregunto qué quiere cenar. Su rostro no expresa tan fácilmente las emociones, ni de dolor ni de alegría.
No sé si lo que hago le desespera o le alegra. No sirve de nada lo que haga o diga.
Y durante todo este tiempo traté de ser fuerte, de estar animada para sobrellevarlo todo mejor y porque, ¿quién aguanta que todos los días le hables de lo que hace y dice, o de cómo de perdida y frustrada te sientes?
Entonces callo y espero, y siento el miedo y me pregunto cuándo será el día en que me mire y no sepa quién soy.
Hace un año se despedía por las noches, y a lo mejor, tras un episodio de rabia y coraje, de esos que te sobrecogen de pronto sin saber cómo reaccionar, se volvía y me abrazaba sonriendo, o con una lágrima en sus ojos, pidiendo disculpas.
Yo la abrazaba fuerte y ella se iba a la cama sonriendo y llena de amor. 
Ahora me desea buenas noches, a veces se lo tengo que recordar, pero no siento que aprecie mi abrazo sincero o que sabe que la quiero.
En ocasiones la miro y en sus ojos veo lo perdida que está, pero no puedo entrar en ese mundo.
La veo cómo llega a una puerta y se queda un rato quieta, sin hacer nada. Quiero indicarle el camino, pero no encuentro cómo, porque además, si lo hago, ella reacciona quejándose.
Así es que bajo la mirada, pero sin perderla de vista, por si me necesita o me busca.
Y durante todo este tiempo, mucho tiempo ya, cuando echo la vista atrás, me doy cuenta que se han quedado personas por el camino, porque sus vidas continúan evolucionando, y no eres quién para romper esa evolución.
Procuro que no se me note lo mal que estoy, y dejo de llamar, evito encuentros, porque además, estos momentos duros, no vienen solos. Como dice una amiga mía,  esto no es lo malo, lo peor son los "daños colaterales".
Pido demasiado, y a veces no quiero que me pregunten cómo está mi madre, o no lo necesito. Pero sí que alguien me pregunte: ¿Y tú, cómo estás?
Mi vida, la mía, es como si hubiera sufrido un parón.
No veo futuro, no tengo metas ni ilusiones, no me las puedo permitir. Me dejo llevar. 
Pero cuando peor estoy, me paro y pienso: ¿qué habría hecho ella si la enfermedad me hubiera atacado a mí?
Sin duda la respuesta habría sido que no me habría dejado, como no lo hizo cuando estuve a punto de morir, recién nacida. Cuando a pesar de los impedimentos de sus propios familiares más allegados, luchó por conseguir el mejor médico y la mejor medicina, para sacar adelante a esa niña que no paraba de llorar día y noche, y a quien atendía en sus brazos, día y noche, sin desfallecer. Incluso cuando le dijeron que, ante una de las inyecciones que me suministraban, podría no resistirlo, y ella no quiso dejar de sostenerme, porque sabía, que en sus brazos, no moriría.
Eso es lo que me mueve a seguir, y la cuerda que aún me sostiene firme, es saber que hago lo correcto, y que en lo más profundo de ella, quizá, y aunque no lo exprese, sepa que estamos ahí, sus hijas, por quienes daría  su propia vida.
Mañana, cuando amanezca un nuevo día, leeré esto y seguramente me arrepentiré; pero ahora, en la soledad de la noche, los sentimientos van y vienen,  se aturrullan y se pisan unos a otros, y salen a borbotones sin ton ni son. Y lo que, mientras recogía la cocina se iba hilando en mi cabeza, deseando salir, ahora es otra cosa. Y cien veces que lo escriba, cien veces que lo expresaré de manera distinta, porque hay mucho que soltar.
Hace un año me iba a dormir con un pellizco en el pecho por una situación estresante; ahora me voy a la cama con la sensación de que no puedo respirar, que me falta el aire.
Sin embargo, sé que mañana, cuando amanezca, me recompondré, y encararé el día como venga.
Y me alegraré , como la otra tarde, si mientras le leo las poesías que escribió un día, casi sin cambio en su rostro, se enjuga una lágrima y me dice:
- Me vas a hacer llorar...
Y una, entonces, como si me hubiera tocado la lotería, me alegraré de esta muestra de que aún es capaz de expresar y de sentir  y entonces, respiraré.


10 de junio de 2016

EL BESO DE TUS NOCHES

Esa noche se fue pronto a la cama. Estaba más distante que otros días, exhausta, diría yo. Se movía de una habitación a otra con la cabeza gacha, y arrastrando los pies. Su mirada casi perdida, no fijaba la vista en ningún punto. El sueño la vencía.

Yo le hablaba mientras ella emitía sonidos casi ininteligibles, o contestaba con un breve No, Sí. No quise agobiarla más y callé.

Se aseó, como de costumbre, antes de dormir. Se lavó los dientes. Cerró la puerta del baño. Entró de nuevo a la cocina. Bebió un vaso de agua y a la vuelta, apagó la luz del pasillo.

La veía ir y venir, sin apenas hacer ruido. La dejé hacer mientras la observaba, en silencio.

Se olvidó de llevar la jaula del pájaro al lavadero. No bajó la persiana de la ventana de su salita, donde pasa la mayor parte del día, "en el banco de la paciencia" -como dice ella-, para evitar que por las mañanas entre demasiada luz y despierte a Duque, su caniche, el objeto de sus juegos y sus risas.

Cerró la puerta del cuarto, pero olvidó darme las buenas noches, como hace cada noche, cada día. Yo aún no había pasado para besarla y abrazarla. El último abrazo del día. El último beso del día.

Entré a los pocos minutos, y ya estaba en la cama.

- Mamá, mamá, -susurré-. Pero mamá dormía plácidamente. Ni los párpados movió.

La miré durante unos segundos, y sólo oía su respiración.

Me iba ya a mi cuarto, dispuesta a no molestarla, pero volví sobre mis pasos, me acerqué a su cama, me agaché suavemente y la besé en la mejilla. Que tengas dulces sueños -pensé mientras lo hacía-.

A la mañana siguiente, la luz entraba por la ventana, pero mamá seguía durmiendo en la misma postura que la dejé la noche anterior. ¡Parece que esta noche ha tenido dulces y reparadores sueños!.

Unas horas después, le comenta a su cuidadora, Mari Francis -mi confidente-, que al despertar pensó en mí, y que sabe cuánto la quiero. Que le doy muchos besos y abrazos, a pesar de que reconoce que soy "un desastre". Pero que anoche se fue temprano a la cama y no se los dí.

- Claro que sí te lo dí, mamá. Como todas las noches. Mientras esté aquí, no te faltarán.

Cada noche te regalaré un beso y un abrazo. Aunque no te des cuenta, yo velaré tus sueños, al igual que hacías cuando yo, aún, era una bebé. Yo tampoco recordaba el amor que me dabas, las noches que pasabas en vela cuando enfermaba, o cuando ahuyentabas mis pesadillas con cuentos, cancioncillas y carantoñas.

Ahora te envolveré entre mis brazos, y te apretaré para que me sientas. Para que recuerdes, cada mañana, lo mucho que te quiero. Y que éste no será tu último beso, ni tu último abrazo. Aún te quedan muchos por recibir.


6 de julio de 2015

CHIQUI SWEET, EL LADO DULCE DE LA DIABETES. VEINTE MINUTOS DE UN EJEMPLO DE VIDA

Veinte minutos separan en el tiempo el centro de Málaga y mi casa. Veinte minutos andando, despacito.
En mitad del camino se me ocurre sentarme a resguardarme del calor y del cansancio. Abro el libro de la presentación a la que he aistido hoy y empiezo con el saludo, luego la introducción, y deSpués el prólogo, para finalmente llegar al primer capítulo con el que, literalmente, me quedo enganchada.
Es el libro de una madre, Lorena, que relata cómo descubren que su pequeña de tan sólo 5 años, tiene los niveles de azúcar muy altos. Y ahí empieza su historia, su sentir, su vivir.
Me engancha la forma de hablar. Sí, de hablar, porque es como si escuchara a Lorena contándome todo, paso a paso, momento a momento. Vivo el ayer y el hoy, casi en primera persona.
Me incorporo y sigo mi camino, pero en esta ocasión lo hago pegada al libro, leyendo cada palabra con ansiedad, esperando a la siguiente. No descuido mi entorno, al que presto la atención necesaria para no tener accidentes, mirando de reojo, sólo de reojo,  los semáforos, las aceras, la gente que pasa a mi alrededor.

No existe tiempo, no existe distancia, no quiero llegar a casa. Retardo mis pasos, me entretengo más de lo habitual en los cruces, ávida de historia, ávida de saber más...
Al entrar al casa no quiero ruidos, sólo quiero seguir concentrada en el libro. No puedo apartar los ojos y los sentidos de la lectura, de la historia; quiero saber cómo sigue Carlota, cómo reacciona su madre, qué pasa ahora.
Las lágrimas ya han aflorado en varias ocasiones, sobre todo cuando Lorena nos presenta a Alfredo, el padre, preocupado como ella, pero distinto en transmitir lo que siente, tomando la noticia como se suele decir "por los cuernos", y que sin embargo caminan juntos en todo, se complementan. Cómo presenta a sus padres,  a quienes quiere más, si cabe, a raiz de esta circunstancia;  a su suegra, a quien entiende más a partir de este momento, y como no podía ser menos, cuando en sólo dos párrafos nos describe a su hermano Emilio, al tío Emilio, ese ser bondadoso y que nunca les falla. ¡Otra vez las lágrimas!. Al igual que Lorena soy de lágrima fácil cuando se trata de sentimientos.
Me quedo en la cocina, sentada en la escalerilla, lo primero que pillo. Esta habitación, mi refugio, mi lugar de "creación" está llena de cacharros al haber realizado cuatro bizcochos que me habían encargado. Huele a vainilla, chocolate, canela, naranja.... Miro el bizcocho que reposa sobre la encimera. ¿por qué lo veo ahora tan extraño, tan lejano? No puedo dejar de pensar en Carlota.
De urgencias voy a por un ventilador, porque además de las lágrimas, también caen gotas de sudor, qué calor. Pero yo sigo inmenrsa en este quehacer que me ha enganchado. Mis hijos entran y salen y me observan extrañados.
Vuelvo a la cocina,  ventilador funcionando a tope, y Darwin, mi gato, se ha sentado en el suelo a mi vera. ¡Aquí hoy no se come!
Devoro las hojas que me restan, una tras otra. Poco sabía de la diabetes, y menos cuando afecta a los más pequeños. Pero en veinte minutos, casi he aprendido más que en meses, en los diez meses que lleva Carlota, como dice su madre, desde que debutó como "terrón dulce". Me encanta cómo la llama, "eres un terrón".
Carlota es una niña de tan solo 5 años, fuerte, valiente, con esa inocencia que todo lo quiere saber, pero que acepta los cambios en su vida mejor que cualquier persona adulta. Esa capacidad de adaptación ante una situación crítica sorprende en una niña tan pequeña. Me enternece cuando su madre dice que no le gusta la leche sola, y sin embargo, su primer vaso sin cacao se lo toma sin rechistar. ¡Es un cielo! Al igual que se relata en el libro, ¡Me la habría comido a besos!
En tan solo veinte minutos que separan el centro de mi casa, he vivido esos diez meses, he sufrido, he reido y he llorado. Y he aprendido, y mucho.
El bizcocho de chocolate está diciendo cómeme, pero no sé... ahora lo veo extraño.
Carlos Moncada, periodista, escritor, compañero y amigo, y coeditor de CHIQUI SWEET, EL LADO DULCE DE LA DIABETES, me invitó a la presentación del libro. Me gustó la portada, me gustó el título y lo poco que leí de él. Antes incluso de que él mismo me invitara, ya había surgido esa chispa que se enciende en mí cuando algo me atrae. Me llegué después de un día intenso, y me quedé, emocionada.
Mi relación con la diabetes no es cercana. Sé que mi abuelo materno tenía "azúcar", así lo conocía yo, pero debía de estar controlada, porque no lo veía ponerse inyecciones ni nada. Sí escuchaba a mi abuela, cuando íbamos en Navidad, quejarse de que mi abuelo comía más dulces de los que debía. "De algo me tengo que morir"- decía, y a escondidas se llevaba un mantecado, o unos dulces y alfajores. Es cierto que no pasábamos mucho tiempo con ellos, porque vivíamos en otra ciudad, pero no recuerdo males mayores.
A quien sí recuerdo que tenía más problemas con la diabetes, era a mi tía Manolita, Manoli para la familia. Al igual que con mi abuelo, la palabra diabetes no estaba en mi diccionario, tenía azúcar. Ella sí se ponía inyecciones, y mis primas y yo lo llevábamos como algo muy natural. Tanto que para nosotras era un juego. Cogíamos las jeringas y jugábamos con ellas a curar los pajarillos que encontrábamos malheridos en el campo. A ella, a mi tía Manoli, más de una vez, sí la ví en cama, supongo que con alguna crisis. Y luego, en la distancia, he sabido que lo pasó mal con la enfermedad y otras complicaciones. Creo que no se cuidaba lo que debía.
Ahora mi relación con la diabetes es por el conocimiento de que tres de mis amigas la tienen, y sólo en conversaciones me han comentado en alguna ocasión, sus revisiones, sus controles antes y después de comer, y poco más.
Por eso creo que también devoré el libro, ya que todo era nuevo para mí, cada paso, cada síntoma, cada solución, todo rodeado de dulzura, de amor y energía, como la propia autora define este libro, y que se siente desde el primer momento que comienzas a leer.
Es un libro que se lee en veinte minutos, pero que puedes disfrutar toda la vida, y si tú también eres una niña o un niño dulce, en él puedes encontrar muchas respuestas, y algo más importante, la tranquilidad de saber que lo que te pasa tiene solución, que sólo es una forma de vida, que la adaptación y el conocimiento te pueden ayudar mucho. Y el cariño, y el amor, y la familia.
Escrito con una sinceridad que impresiona, hasta los más íntimos pensamientos de una madre que se encuentra con algo que no esperaba, y de sopetón. El humor, que en realidad es una careta, una especie de "gafas de sol" que impiden que te vean débil, indefensa; es una característica de quien transmite una lección de vida.
REcomendable, hasta para quien, de momento, no ha sufrido ni en sus carnes ni en las de sus hijos esta circunstancia de vida. Es un libro muy bonito.
Un OLE bien grande para Carlota, para sus hermanas, para sus padres, para su familia y para todos los niños y niñas que  tienen que vivir de otra manera a la que lo hacemos la mayoría. Hay mucho que aprender de ellos y de ellas.
Y un OLE muy grande para Marta García y Carlos Moncada, editores de este bonito libro, para Sofía G. Aubert, la ilustradora, cuyos dibujos enternecen y llenan de vida la historia. 
Una puesta en escena muy original la presentación del libro en Málaga, que tuvo lugar el pasado 2 de julio en la Sala Oyarzábal (antiguo salón de Plenos de la Diputación de Málaga, en el edificio de la Plza de la Marina), bajo la batuta de Carlos Moncada, a la que asistieron Francisco Salado, un representante de la empresa de servicios Clece S.A. (con una importante labor social), quienes acompañaron a Lorena y a los editores, a quienes dedicaron palabras muy bonitas y a quienes esta historia enganchó también desde el principio.

Enlaces relacionados:
FACEBOOK DE CHIQUI SWEET, El Lado Dulce de la Diabetes 
Blog de Lorena CHIQUI SWEET


19 de junio de 2013

AUSENCIA


Cuanto más tiempo pasa, más echo de menos a la persona de mi vida que se marchó pronto.
Cuanto más tiempo pasa, más necesito de sus conversaciones, de sus  experiencias y de sus consejos.
Hermana, no sé si algún día nos encontraremos en algún lugar, y podremos volver a compartir juegos y risas.
No sé si algún día podré contarte cuánto dolor hubo en la familia. Cuánto dolor en mamá, que nunca ha dejado de quererte. Cuánto dolor escondido. Si algún día nos encontráramos...
Si eso sucediera, entonces podré contarte cuánto te extrañé el día de mi boda.
Y también podré contarte que me faltaste cuando me quedé embarazada por primera vez, que quise compartir mi alegría contigo, y que me sentí un poco vacía... Podré contarte qué sentí durante mis tres embarazos, y que mientras cuidaba de mis hijos dentro de mí, pensaba qué sentirías tú, cómo llevarías el embarazo, qué les  dirías a tus hijos, cómo los abrazarías y cuidarías. 
¡Cuánto amor te has llevado contigo!
Y también te contaré cómo crié a tus sobrinos, cómo jugué con ellos, cómo les hablé de tí, y cuántos abrazos y besos se han perdido. Ellos también te han extrañado. Aunque siempre has estado presente en sus vidas.
Y mientras mis hijos persiguen sus sueños, y alcanzan sus metas, también pienso en si tú los estarás siguiendo.. 
A tí y a su tía Encarni, os dedico cada uno de los temas que Laura canta, y me pregunto si os estará gustando, si estaréis aplaudiendo. Y cada cuadro que Manuel pinta, una sonrisa y un recuerdo va para vosotras. Y  cuando Carlos cuenta sus proyectos, pienso que os gustaría saber todos los detalles.
Hermana, si algún día nos encontráramos en algún lugar, déjame que te dé todos los abrazos que nos han faltado, todos los besos que pudimos darnos y se nos negaron, todos los "te quiero" que se quedaron en el aire.
Por tí, hoy, quiero dar más abrazos y más besos.
Por tí y por Encarni, hoy busco un mundo más feliz, y menos egoísta.
Que vuestra ausencia no sea en vano.
Allá donde estéis las dos, os envío, esta noche, un beso, un abrazo y un "te quiero".



10 de agosto de 2011

¿POR QUÉ? REFLEXIONES DE PAZ DE UNA ADOLESCENTE

Año 1979. Recién cumplidos los 17 años. Hace 30 y pocos. Otras personalidades. Otras ilusiones. Otras percepciones de la vida y modos de enfrentarse a ella. 
Pero una adolescente que creía que "TODO EL MUNDO ERA BUENO, HASTA QUE SE DEMOSTRARA LO CONTRARIO".
Y de fondo, las noticias: la guerra civil del Líbano, un enfrentamiento entre religiones; y la invasión rusa de Afganistán. Demasiadas muertes. Demasiado odio.
De noche, cuando todos dormían, en mi habitación, con la luz de la lamparita, sentada en mi cama y un cojín detrás. Mi libreta, un bolígrafo, y el silencio de la noche. Eran mi paño de lágrimas, mi desahogo:

"El manto de la noche cae lentamente sobre la tierra. Todo se vuelve oscuro y se respira paz, sosiego, calma.
Ahora es cuando la vida adquiere sentido, cuando nada la perturba. En ella  hay más paz, más tranquilidad y menos odio. En la seguridad que ofrece mi casa, mi habitación, y mi cama, hay menos odio, y desde ella, comienzo a soñar.
Cierro los ojos y me imagino un mundo que no es real, está fuera de lo normal. 
Sueño que todo es paz, que se respira paz. Que la gente vive feliz, que ríe a cada paso, que saluda con quien se encuentra, que se ayuda en todas las situaciones. Hay abrazos, sonrisas y besos.
¡Es tan hermoso sentir que nos amamos! 
Cierro los ojos y puedo sentirlo. Puedo sentir ese estado de bienestar que me inunda.
Pero..., ¡qué inhumano es cuando despierto, y en la realidad no caben  mis sueños! Sólo veo odio, maldad, injusticia, venganza...
¿Por qué? ¿qué pasa en el mundo para que se comporte así?
MI madre me enseñó que dios nos puso en la tierra para que construyéramos grandes cosas, para que progresáramos y fuéramos más felices, con avances. 
¡Y en parte es verdad: el Mundo progresa! 
Pero yo me pregunto: Y el hombre como ser humano, ¿Progresa?
Mi pensamiento es que el hombre, en cierto modo, vuelve al pasado, a siglos atrás.
Un pasado lleno de rencores, un pasado sinrazón. Tiempos en los que se mataba por poder. Y ahora es igual.
Muchos dicen: hay que nacer y morir, es ley de vida.
Pero nacemos libres, crecemos con orgullo porque aprendemos de la vida. ¿morimos libres? Pienso que NO.
Otras personas disponen de nuestras vidas. ¿por qué? Mil veces me hago la misma pregunta.
Cierro los ojos un momento, y escucho de nuevo el silencio de la noche. Un gato maúlla en la calle, y se escucha cómo riegan la calle con grandes mangueras. Es de madrugada. Siento la paz de ese momento.
Y vuelvo a despertar, cuando recuerdo la ola de atentados, violaciones, peleas, robos, muertes y guerras, que entran por nuestras casas en las noticias. ¡Malditas guerras!
Nunca entenderé cómo el ser humano puede llegar a esos extremos. ¡Tantas guerras y tantos años! ¿es que nunca se acaban?
Pero entonces se borran de mi mente las armas, los saqueos, las huidas... y recuerdo otra guerra.
Una guerra que es más difícil de atacar, una guerra que es más difícil de ganar.
La guerra que mantenemos cada uno de nosotros, dentro de nosotros.
Esa guerra que duele, espiritual y moralmente. Que el dolor físico, al fin, se cura, se acaba... pero éste último se queda ahí dentro, y se hace llaga.
Y en ese momento necesitamos la ayuda de alguien, que nos entienda, que nos explique el porqué de tanto mal.
¿POR QUÉ? Martillea incesantemente en mi cabeza, una y otra vez... y taladra mi espíritu y lo hace frágil... pero no obtengo respuesta.

¿lo sabes tú, pequeño pajarillo que cantas?, ¿o tú libélula que vuela por el agua?, o ¿tú, niño de los cielos?
¿Lo sabe usted, jefe del poder? ¿o usted, amigo carpintero?"

9 de febrero de 2010

MIS QUINCE AÑOS


Camilo Sexto, entre otros artistas, en 1977, se escuchaba en mi casa. A mi hermana Ana Mari, tres años mayor que yo, le gustaba mucho. "Alguien", una de esas canciones que escuchábamos.

Quince años. ¡Quién los cumpliera! O no, porque desde entonces han pasado muchas cosas en mi vida que no quiero volver a pasar. Pero si se pudiera volver, y rehacer todo lo que se hizo mal; decir las palabras que nunca se dijeron a las personas que no hemos vuelto a ver, que se fueron sin decir adiós.
Pero sin rencores, sin traumas, se sigue adelante, y el recuerdo, que es lo más bonito que tenemos, siempre perdura. Y se aprende de él.
Y esos quice años, que de niñas queremos cumplir, como si al cumplirlos todo cambiara para mejor y se realizaran los sueños. ¡Qué sé yo!
¡Mis quince años!

Jaén, noviembre de 1977

          Llegó el día de mi cumpleaños. Quince años hace ya que vengo dando la lata al mundo. Primero, un bebé. Sólo sabía llorar. De la cuna al cuartito, y de allí a la cama.
Pequeña, delicada, sin apenas hablar. Graciosa como nunca, pero tan indefensa. Cuidada con cariño por una mujer maternal. Mi madre, como todas las madres, orgullo de mujer.

          Los años pasan. Comienzo a ir al colegio. Mis primeros uniformes. Un babi blanco manchado de chocolate. Trabajo de esfuerzo, y yo sin cambiar.

           Mi primera mala nota, no la recuerdo, pero es igual.
          Diabluras de niña, trastos rotos, perdidos todos en el recuerdo. Ya tengo diez años. ¿Qué es eso?

           Estoy en la casa, ya me mandan trabajar. ¿Qué hago? Me aburro al fregar, no me gusta planchar, odio el barrer, el coser y el limpiar. ¿Qué hago por fin? Hacerlo con malas ganas, pero lo hago al final.

           Mi mayor ilusión es ir a comprar. Me gusta salir, llevar en mis manos una pequeña cartera, y una bolsa llena de alimentos.  Me gusta ver a la gente. Elegir y encontrar. Me gustan los colores de las frutas, de las verduras. Me gusta la gente que cuenta lo que le pasa, y a la dependienta que le saluda efusivamente, esperando cobrar. Me gusta salir de la casa, ver la luz de la calle, los ruidos de los niños que pasan jugando, y sin que mi madre se entere, así me libro de fregar.

           Soy una niña normal, juego, canto, salto, todo a la par.
          
           Tengo amigas con quien pasear.

           ¡Un traslado! A otra ciudad. En esta etapa de mi vida empiezo a mudarme a varias ciudades. Empiezo a cambiar, poco a poco.

            Mis pensamientos cambian radicalmente. Ansío con desesperación cumplir los quince años. Creo que es una etapa bonita. Sueño, mis sueños, son míos. Sueño. ¿qué puedo hacer más?

             Por fin llegó el día decisivo: ¡15 años! ¿Es algo fabuloso?
            Desde que los cumplí nada excepcional me ha ocurrido. Todo lo contrario. Parece como si el destino cruel me hubiera castigado por pensar tanto en esta época.
            Por las mañanas, con el bullicio de la gente, cuando hablo o cuando estoy ocupada en algo, soy alegre, un poco loca de vez en cuando. Pero esto no ocurre cuando mi mente está ocupada en otro tiempo.

            Al llegar la noche, o cuando hay silencio, empiezo a recordar, mis sueños, aquellos que eran míos, sólo míos, y me siento triste.
           Mis pensamientos ya no se centran en hadas, ni en bellas princesas, ahora vuelan por otros vientos, más nostálgicos.

            No logro dormirme.
           Ahora sólo me queda pensar, con una pequeña ilusión, a cumplir los dieciséis.
 
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19 de diciembre de 2009

DESPEDIDA A JAÉN


Jaén, mayo de 1986

"Jaén, tierra de olivo y señorío. Jaén, olvidada de una Andalucía próspera.
Ahora que llega el momento de irme, quiero dedicarte unas palabras: palabras sencillas que quieren expresar, o intentan expresar, lo que eres para mí, porque Jaén, tú eres parte de mí.
Los que me dieron la vida, nacieron en esta tierra; aquí tienen sus raíces y aquí se conocieron. Pasearon su amor por tus calles empedradas, por esa concurrida calle Maestra; y culminaron su amor un día claro pero frío de febrero.
Tuvieron que abandonar su Jaén querido, para vivir en otra ciudad, pero teniendo siempre en su mente la imagen del "Abuelo", la estampa majestuosa de la catedral, el silencio y el olor a antiguo de sus calles.
Venían muy a menudo al Jaén de su infancia; y una noche de feria de octubre, feria de San Lucas, con el olor a algodón dulce, con el ruido de la música popular aún en sus oídos, hubo una comunión de amor tan perfecta que encargaron un bebé, en esa noche folclórica de este mi amado Jaén.
Y yo, desde pequeña, conocí la gente sencilla, el amor a lo natural, a lo de siempre. Y cada año volvíamos a sentir el calor de agosto, el frío de una Navidad, con olor a gusanillos y alfajor. Y en Semana Santa, volvíamos también, a compartir con sus gentes el fervor hacia "El Abuelo", con la leyenda a sus espaldas, como esa cruz pesada.
Y lejos de Jaén, ese disco que mi madre guardaba: "El Himno a Nuestro Padre Jesús Nazareno", tantas veces oído y llorado por ella, porque el oírlo emociona y llena la sangre de fuerza.
Pero ahora te quiero aún más, Jaén, cuando he llegado a conocerte, cuando he tratado con tu gente y he llegado a quererla.
He vivido aquí, he andado tus calles, subido tus cuestas, tomado el sol en tus bancos; he bebido agua fresca de tus fuentes.
Aquí pasé mi juventud, mi adolescencia, o parte de ella. Aquí conocí lo que era la verdadera amistad, y conocí al primer chico que hizo latir fuertemente mi corazón. Aquí sufrí las primeras penas de amor.
Comencé a tener ideas propias, a saber opinar como persona medio adulta. También aquí conocí el dolor.
Y después de tres años, me marché. Lloré tu ausencia, porque me hacías falta. Algo tenías que me atraías, como imán, siendo Jaén, como eres, una ciudad pequeña, casi olvidada por los demás. En esos tres años que pasé día a día conociéndote, te amé más.
Y de nuevo, otros tres años separada de tí. Y otra vez de regreso, volví a tí de nuevo, y de nuevo sentí que mi corazón te pertenecía. Aunque el regreso fue doloroso, y tú estabas ahí para acogerme, para consolarme.
Han vuelto a pasar otros tres años, y me voy para siempre. Me voy porque mi hogar está fuera. He dejado en otra ciudad a la persona que he elegido para compartir mi vida.
Nunca te olvidaré. Eres mi raíz, mi esencia. Yo soy tú. Para conocerte, basta conocerme a mí; o al contrario.
De tí he aprendido, de tu gente, de tus costumbres, de tus tradiciones...
Y aquí dejo un trocito de mi corazón, porque siempre te llevaré conmigo, y te defenderé contra todos los que quieran ofenderte.
Y suenas bien: JAÉN."
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