Anoche soñé que volvía a recorrer el camino que me llevaba a ti.
Se hacía interminable la carretera contemplando lo que el fuego llegó a calcinar. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas y el corazón lo tenía encogido.
Anoche soñé que conforme avanzaba, veía las casas blancas de donde salían personas muy cariñosas y amables, que me acogían y me daban la bienvenida, sonriendo, siempre sonriendo.
Al despertar, mi primer pensamiento fue que tenía que volver, volver y llegar a ti como en mi sueño.
Te pediré, entonces, que me dejes perderme por el laberinto de tus calles, y embriagarme con el olor de tus flores.
Sé que esas personas con las que soñé, son las que cuidan con esmero que el pueblo sea uno de los más bonitos y coloridos, con esas calles estrechas y empinadas, de fachadas blancas como la nieve y engalanadas con macetas de “lunares” que le dan la alegría que sus gentes tienen, y que en primavera se ven repletas de flores como las rosas, los claveles, los geranios, hortensias, margaritas, y hasta árboles frutales.
Disfrutar de la belleza y del color y los verdes, es otro de vuestros atractivos.
Quizá soñara también que en tu pueblo existía un oasis de las mariposas y que es vuestra mascota. La riqueza de vuestro entorno natural nos ofrece la maravillosa experiencia de verlas volar y admirar sus colores y formas; me podría quedar horas enteras viendo cómo bailan a mi alrededor.
Déjame que siga soñando, y dime si puedo visitarlo.
Déjame también adentrarme por tus caminos sin perder la mirada a ambos lados y que me seduzcan los verdes y ocres de tus árboles; asomarme al Mirador del Peñón Encantado, y contemplar la majestuosidad de tus alcornoques, admirar los troncos robustos de tus quejigos, y dejarme seducir por el familiar olor a pino.
Y cómo no, déjame también que me emocione con los cambios de colores de tu paisaje, con esos centenarios castaños que durante el otoño dejan caer sus hojas, para formar un manto hermoso de distintas tonalidades de verdes, marrones y dorados, que brillan cuando el sol los baña con sus rayos. Hasta pronunciarlo es bello y melódico, EL BOSQUE DE COBRE.
Déjame pasear junto al río, aunque tenga que llorar junto al charco, vuestro Charco Azul que ahora es casi negro, gris cenizo; que la mano de un ser sin alma destruyó su entorno, para desesperación de tus habitantes y de quienes gozamos de tan magnífico espectáculo. Sé que con vuestra unión y con ayuda, renacerá, y se volverá a convertir en ese lugar idílico.
En mi sueño, también olía a aguardiente, ¿puede ser?. Dime, ¿qué fue del aquel famoso aguardiente que en el siglo XVIII se vendía por toda Andalucía y fuera de ella? Cántame la coplilla, aquella que decía:
«Los que gusten de catar
Los zumos del alambique
Mejores no los tendrán
Que en los pagos de Jubrique».
No quiero dejar el pueblo en mi visita, sin parar en uno de tus bares, y comer ese gazpacho caliente y potaje de hinojos que las gentes del lugar preparan con tanto esmero, como antiguamente; comida de lo que daba el campo, la más rica y saludable.
Gazpacho Caliente-Fuente: Ana Abellán- | blog ME SABE A MÁLAGA |
Tu origen, Jubrique, tiene mucho que ver en cómo sois la gente de por aquí, desprendida y solidaria, una gran familia que se arropa y se cuida, que trabaja junta cuando más lo necesita, y que remonta con la energía y la fuerza que da la Madre Tierra.
Aunque tus ojos lloren, Jubrique, aguanta y espera, que la naturaleza es sabia, y como las aguas de tus fuentes y manantiales fluyen, así fluirá la esperanza de la recuperación.
Anoche soñé que volvía a ti.
Y yo, que creo en mis sueños, volveré.
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