Hace pocos días, recibo un
mensaje a mi móvil donde twitter me felicita por tener más de 6000 seguidores.
Sonreí y volví a mi trabajo, sin
prestar demasiada atención.
Un servicio de internet que nos
llega desde lejos, a nuestras casas y nuestras vidas, a más de 332 millones de
vidas, datos que me facilita la wikipedia.
Se pronuncia, tuire o tuitah,
según sea inglés británico o americano, y ya sabemos que el inglés tiene otro
ritmo distinto al del idioma castellano en cuanto a la pronunciación.
Pero a mí, lo que en realidad me
gusta, es los amigos y amigas de verdad, de toda la vida, de carne y hueso, que
puedes tocar, besar, abrazar, y abroncar, que tiene que haber de todo.
En mi cumpleaños suelo reunir a
mis seres queridos y amistades, para tomar algo y después apagar las velas al
son del “Cumpleaños feliz”.
Y éste no podía ser menos.
Quedamos en el centro, que siempre es más fácil para ubicarnos.
Me arreglo y me dispongo a salir.
Voy sola, alguien aparecerá.
Encamino mis pasos hacia el lugar
elegido, y comienzo a ver mucha gente por la calle, cada vez más gente, por las
aceras, y todas en la misma dirección.
Sigo mi camino con la sensación
de que estoy en tiempo de feria, todos echándose a la calle a celebrar.
Veo farolillos y banderitas de
colores. Globos en las puertas de los comercios. Están cerrando, y sin embargo,
miro el reloj, no es tarde.
A mi paso, ligero, escucho la
música por todas partes. Música festiva, eso sí. Me gusta.
Ando más aprisa, que la música es
animada y me invita a ir resuelta, decidida, emocionada. Cabeza alta. Sonrisa
puesta.
Oscurece y se van encendiendo
farolas, bombillas, velas en los escaparates, pero sigo viendo mucha gente,
cada vez más.
Entro por una callejuela, y la
gente va desapareciendo, “plof, plof” como pompas de jabón.
La música más alta, las luces luminosas
más brillantes.
Siento que llego tarde. Mi
cumpleaños. Recuerdos. El regalo de mis hijos, facebook que desde bien temprano
me envía más de 300 felicitaciones, en imágenes de tartas y ramos de flores,
que mañana contestaré.
Twitter, tuire o tuitah, como se pronuncie. ¿Cómo me
metí yo en esto?
Mi blog de cocina. Canal Cocina, la cocina te
une. Sabor a Málaga... Encuentros, eventos, twitear.
Yo twiteo, tú twiteas. Si no
twiteo no soy, no existo. ¿Hastag? Sólo 140 caracteres, ¡Me paso, seguro!
Que llego tarde, que no llego. Mi
familia me espera ¿tartas, velas? ¿Tendrán twitter?
No puedo llegar, demasiada gente.
Siguen caminando hacia la misma dirección. Las aceras llenas, los coches se
abren paso muy despacio, para no atropellar a nadie. Motos, bicicletas, hasta
me parece ver un globo aerostático. ¡No puede ser!
Me cuesta trabajo andar. La gente
me lleva, casi en volandas. Sudo. Me falta el aire. Me cuesta respirar. Alzo
más la cabeza a ver si me llega el aire mientras me siguen empujando…
Ahora entiendo aquello de : “Si
me queréis, iros”
Llego tarde, llego tarde.
¿Qué pasa? Es un lunes de un mes
cualquiera.
La música sube de volumen y se
escucha algo parecido a fuegos artificiales, y entre los edificios se ven
impactos de luces brillantes, destellos de colores que caen del cielo.
Rodeo la esquina del edificio más
alto, y por unos altavoces se escucha: “Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz”..
No cabe un alfiler. Todos están allí. Portan flores, papelillos de colores que
impactan en mi rostro, me asfixio. Entran por el canalillo, me pica. Intento
respirar de nuevo, y me trago al menos dos o tres que me hacen toser.
Seis mil, que lo dijeron en las
noticias. Seis mil más uno.
@mariangeless Te invito a mi cumpleaños. Centro social. 20
horas”
6.000 retwits (seis mil) …, al menos.
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