Segunda práctica del taller de periodismo literario de Guillermo Busutil, en Taller Paréntesis.
Más íntima y directa al corazón.
Por Mª Ángeles Sánchez Serrano
Hay momentos en la vida en los que sólo te interesa hacer feliz a alguien.
Saber que con una palabra, con un gesto o con una acción vas a desencadenar que esa persona reciba una sorpresa agradable, y que se le ilumine la cara, es lo único que ahora importa.
Y si sabes que esa persona, algún día, más temprano o más tarde, va a dejar de entusiasmarse y sonreír, entonces lo haces SÍ o SÍ. Sin importarte nada más. Dejando de lado tu propio bien, tus intereses. Dejando de lado otras palabras, otras acciones de otras gentes.
Así se comporta esta enfermedad, el alzhéimer, con una pérdida de interés, cambios de estado de ánimo y depresiones, entre sus síntomas más destacados y visibles.
Considerada ya como la "Epidemia del siglo XXI", con una incidencia de 24 millones de personas afectadas en todo el mundo y que podría alcanzar más de 80 millones en 2040.
Una cifra que da miedo. Si leemos las estadísticas y seguimos hurgando en la herida, más de tres millones de personas nos vemos afectadas por esta enfermedad, entre pacientes, familiares y cuidadores. Es una realidad y así hay que vivirla.
De poco sirven las lecturas, la información y los consejos. Te guían, eso sí, a comprender y entender. Pero el día a día es el que te enseña. La intuición y la propia personalidad de quien cuida.
Mucho de imaginación y mucho amor; pero sobre todo, mucha paciencia. Ésa es la clave. Paciencia. Preciosa en sonido. Inmensa en contenido.
Con esta enfermedad cada día se aprende algo nuevo. Cada día te enfrentas a un reto que hay que superar y en este mar de vaivenes, hay ocasiones que te relajas, cuando ves que pasan los días y algo ha cambiado. Se instala entonces la calma y vuelve la razón, o eso te lo parece. Te acomodas porque, aunque cada momento bueno dure un suspiro, lo estiras como chicle, todo lo que puedes.
Pero una tarde, cuando tú también estás saturada, de pronto aparece lo que tanto temías. Te pilla de sorpresa, porque a lo bueno se acostumbra una muy pronto. Mantienes una lucha contigo misma y contra esa enfermedad que arrebata la razón y te deja sin argumentos. Peleas, intentas razonar, te hiere, luchas... Explotas. Y al final, te retiras.
Vuelves con tu mejor sonrisa. Te sientas a su lado como si nada hubiera pasada. Recompones tu estrategia y sacas la fuerza que reservas para momentos así.
La batalla ha comenzado de nuevo. Y a ésta no se la vence con la fuerza ni la violencia. A esta batalla hay que hacerle frente con cariño y amor y con esa gran dosis de paciencia.
Ante este panorama, si me pidiese que le bajara la luna, la luna le bajaría. Y si no lo consiguiera, una luna le dibujaría. Porque para una que suscribe, no hay nadie en este mundo que lo merezca más, que quien me dio la vida antes y después de nacer.
NOTA DE CLASE: El día que leí llevaba dos columnas escritas. Y para mí las dos eran igual de especiales. Les dí a elegir, y al final, mi profesor se quedó con ésta. Le apetecía que alguien leyera algo de este tipo.
En general las correcciones no estuvieron mal. Siempre se aprende de la opinión de las demás personas. Y sobre todo del profesor, de Guillermo. Gran periodista a quien me encanta leer. Como periodista y como escritor.
Así es que atendiendo a sus indicaciones, y tras leer de nuevo revisando comas y puntos, así ha quedado mi columna.
Y no vuelvo a leerla más, porque si no, vuelvo a introducir o quitar.. y no quiero ni puedo.
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