4 de enero de 2010

UNA TARDE PERFECTA

Una tarde cualquiera, del mes de abril, cuando las flores ofrecen sus mejores colores, sus mejores olores, y la luz de la tarde es limpia.
Una tarde tranquila, sin sobresaltos, sentada en un balcón, en la calle Maestra, de Jaén, sentada disfrutando de la tranquilidad,...
Jaén, 26-4-1984                19:15 h..
"La tranquilidad de la tarde llega a apaciguar mi alma.
Sobre el tejado de enfrente, un gato negro y blanco se pasea, lento, pausadamente, buscando entre las tejas algo para comer. Su paso es armonioso; de pronto se detiene, el rabo enrollado entre sus patas traseras, y me mira, al acecho de cualquier movimiento mío.
Frente a mí, está la catedral, majestuosa, iluminada y quieta, donde ha estado años y años. ¡Cuántos ojos la habrán mirado como la miro yo!, ¡Cuántos la habrán echado de menos como yo lo haré cuando no la vea más, al levantarme por las mañanas, casi oscura, tapada por esa niebla matinal, o plena de sol del mediodía, o iluminada entre las estrellas, la última mirada antes de adentrarme en el sueño.
Junto a mí suena la música romántica de Claudio Baglioni, como de fondo a esta tarde encantadora.
Las flores están naciendo; las margaritas de botón azul, se mueven con el viento, ¿Me quiere, no me quiere?, -parecen decir, burlonas, incitándome-.
Estos geranios de "lujo", como yo los llamo, se acercan a mí, con sus pétalos variopintos, rosas, morados; cambiando su tonalidad, haciendo que sean únicos entre su especie, haciendo que los admire.
Y frente a mí, majestuosa, orgullosa, esa rosa roja que tanto amo, ese capullo que apenas se ha abierto, y que ya exhala ese perfume que llega a enloquecerme, hasta que no aguanto más y me acerco, y con sus espinas me daño.
Es como la vida: cruel y hermosa a la vez. El camino es difícil, penoso, con sinsabores, -como las espinas-, y al final está la recompensa, hermosa, adorable, incitadora, como la rosa, que parece de terciopelo, suave y cálida, como la vida.
Los grajos de la catedral y las mariposas que revolotean alrededor de mis macetas, alegran esta tarde primaveral, y las campanas, con ritmo poético, van marcando las horas, y anuncian que la tarde está llegando a su fin.
El gato ha vuelto a aparecer. No puedo pensar en nada, porque todos mis sentidos están puestos a disposición de la tarde, de las flores, del silencio, y mi alma goza, y está tranquila.
No es una tarde vacía, es una tarde llena, llena de todo lo bello, una tarde que siempre recordaré, y que sé que no se va a repetir nunca más.
Y la música sigue sonando... "...Yo sin tí moriré, yo sin tí moriré..... solo lejos de tí....lentamente el sábado se va"
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1 comentario:

Laura Piñero dijo...

Tardes de esas he pasado yo en vacaciones, en la piscina de una casa donde íbamos a veranear, ya a las 7-8 de la tarde, cuando ya no queda prácticamente nadie alrededor, difrutando del césped, del calorcito tibio del sol, de las gotas del agua en la piel, y de un buen libro entre las manos. Los grillos y los pájaros de banda sonora, y con todo el timepo para disfrutar de mí misma...
Ya cada vez menos disfrutamos de esas tardes...tenemos que aprender a recuperarlas!